¿Cuánto cuesta la memoria de Galicia? Muchísimo para el que la vive, la sufre y la disfruta a diario. Infinito para el que la ha dejado atrás por una tierra nueva, a miles de kilómetros. La morriña tampoco tiene precio, pero puede atenuarse empapando el espíritu con arte, literatura y la mejor tradición oral. Es lo que pensaron los socios del Centro Gallego de Buenos Aires,impulsado por la diáspora en 1907 para atender las necesidades asistenciales de la comunidad y para mantener los vínculos con los orígenes. La institución centenaria, que acumula casi tres décadas de zozobra por una gestión que no se ha adaptado a los tiempos, vivió esta semana una dolorosa encrucijada: o vender su edificio y toda la gestión sanitaria que aún presta a una sociedad privada o directamente evaporarse y, de esta forma, iniciar un proceso de desmantelamiento que acabaría con un valioso patrimonio firmado por artistas gallegos de primer nivel en manos del Estado argentino, uno de los principales acreedores del Centro Gallego.
El futuro de toda esa obra, que es propiedad de los socios y que al mismo tiempo es historia inseparable de la emigración gallega, está en juego, y corre un riesgo real de diluirse en una complejísima operación de salvación del Centro Gallegoen la que el dinero se mezcla con los sentimientos. Los mutualistas -unos 5.700 con derechos, de ellos 700 gallegos- han aprobado iniciar las gestiones de la venta inmobiliaria y del servicio sanitario, pero la han condicionado a que la actividad cultural siga bajo su control, así como la propiedad de las obras de arte. Los compradores (la empresa valenciana Ribera Salud y la Fundación Favaloro, de Argentina) han aceptado esta cláusula en un primer borrador de la operación y se han centrado en otras cuestiones laborales mucho más ordinarias.
Aunque la iniciativa inmobiliaria y sanitaria encuentre encaje, cuestión que se conocerá en uno o dos meses, los socios del Centro Gallego tendrán todavía una deuda importantísima (hasta 15 millones de euros, dependiendo de los términos finales de la compra), y es en ese punto en el que se teme por el futuro de un patrimonio extenso y apetitoso.
La crisis de la institución no es reciente, ni siquiera de este siglo. En su esplendor llegó a tener 120.000 socios, pero la sangría comenzó en los años ochenta, cuando también comenzó a decaer la entrada de obras artísticas. Ante la incapacidad de gestión de la directiva en el último lustro, el Gobierno argentino quedó al mando del Centro Gallego, y fue decisión del actual interventor judicial iniciar una proceso de tasación y conservación de la obra artística de la que se está encargando el Banco Ciudad, de Buenos Aires. Su iniciativa de conservar temporalmente en cajas fuertes algunos de los cuadros más delicados levantó ampollas entre la comunidad, tal es el celo con el que guardan esa memoria material que, al revés que el resto de los servicios de la institución, no se ha devaluado.
El catálogo de firmas es mayúsculo, a la altura de las mejores colecciones públicas y privadas que se han ido reuniendo en las últimas décadas en Galicia. Varios óleos de Seoane, un gran formato de Álvarez de Sotomayor, pinturas de Laxeiro, Maside o Colmeiro y dibujos de Castelao -que falleció en la habitación 202, convertida en una estancia homenaje- son solo una parte muy pequeña de las 130 pinturas de la pinacoteca, a la que se suman trabajos escultóricos, joyas y una notable biblioteca con 20.000 volúmenes entre los que los más solicitados son Sempre en Galiza, de Castelao, o Pensamento e sementeira, de Vilar Ponte. En la relación de obras, de las que la institución presume en su web, también hay cerámica, metopas, grabados o tallas que son regalos de ayuntamientos y colectividades con un valor de mercado relativo pero de incuestionable huella emocional.
La gran mayoría de las obras sorprenden al visitante que pasea por un inmueble de seis plantas y dos sótanos que suma 34.000 metros cuadrados, algunos de acceso libre para los socios y mutualistas y otros reservados a los profesionales y responsables del centro. Los pasillos, las salas, la capilla, las estancias sanitarias y las áreas nobles destinadas a las directivas, que muestran las más valiosas, se convierten sin pretenderlo en un gran museo que transpira Galicia por sus paredes.
Cesiones y compras directas
La procedencia de toda esta obra artística y literaria es muy variada, desde donaciones de socios hasta adquisiciones directas de la junta directiva o cesiones de artistas que expusieron en la institución. La sala de muestras Isaac Díaz Pardo es uno de los espacios que los mutualistas quieren reservarse para el futuro, igual que el Teatro Castelao, remodelado en el 2009 con ayuda de la Xunta, que cuenta con 366 localidades y que es el epicentro de las actividades del Instituto Argentino de Cultura Gallega. Este órgano, creado en 1969, dio continuidad al trabajo de décadas de una comisión que funcionó paralelamente a la labor asistencial del Centro para ensalzar y difundir la historia de Galicia, cumpliendo con los estatutos de la mutualidad.
La Xunta sigue con atención y respeto institucional la operación económica en marcha, por cuanto ya no mantiene vínculos legales con el Centro Gallego, y admite que su mayor preocupación y desvelo es que se preserve el patrimonio, que es propiedad de la colectividad gallega de Buenos Aires. El Gobierno argentino, reacio a la salida de obras de arte, también está vigilante.
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