La caída de la mujer más rica de África
El despido de Isabel dos Santos de la petrolera
angoleña Sonangol pone fin a la etapa más próspera y corrupta de la
historia del país
Daniel Toledo
Isabel dos Santos..
El recién elegido presidente de Angola, João Lourenço, se
ha atrevido a hacer el movimiento que muchos esperaban y unos pocos
temían: ha apartado de la presidencia de la petrolera estatal Sonangol a
la todopoderosa Isabel dos Santos, hija del expresidente Eduardo dos
Santos, en el poder durante 38 años, hasta el pasado 26 de septiembre.
Además de ser un golpe a pecho descubierto al centro mismo del engranaje
de poder en la antigua colonia portuguesa, las preguntas que quedan
abiertas en las mentes de los angoleños son claras: si João Lourenço se
ha atrevido a dar semejante derechazo a Isabel dos Santos, ¿quién será
el siguiente?, ¿es cierto que el nuevo presidente ha llegado para
cambiar las cosas?
En su discurso de investidura, Lourenço ya sorprendió a todos al mencionar la palabra prohibida para el establishment:
corrupción. “La corrupción y la impunidad tienen un impacto negativo
directo en la capacidad del Estado y de sus agentes para ejecutar
cualquier programa de gobernación”, declaró ante el bostezo de
históricos dirigentes y mandatarios extranjeros.
También Eduardo dos Santos manejó conceptos que en sus
labios sonaron a fuegos de artificio en septiembre de 2012, durante su
última toma de posesión: “La consolidación del Estado y de sus
instituciones se presenta en este contexto como la garantía de la
estabilidad política, de la paz y de las libertades democráticas (…) y
garantizar el acceso al derecho y a la defensa de los intereses
jurídicos de los ciudadanos”. A muchos les dio la risa, son cosas que
se dicen, la emoción del discurso y del momento.
Con estos antecedentes históricos, lo que nadie parecía
esperar es que Lourenço, tan sólo un mes y medio después de su
investidura, realizara un movimiento tan radical en la empresa más
importante del país. Sonangol no es sólo el único gestor de los ingresos
por el petróleo en Angola (el 92% de las exportaciones y el 45% del PIB
del país, según datos del Ministerio de Exteriores de 2015), también
ha sido la gran zona opaca de los gobiernos de Eduardo dos Santos. Los
últimos informes que el FMI pudo recabar en 2012 confirmaron que aquel
año los gastos no presupuestados provenientes del petróleo llegaron a
los 42.000 millones de euros. Sonangol es la gallina de los huevos de
oro, la vaca atormentada que da leche infinita sin preguntar a quién ni
para qué. Y ahora, después de este movimiento de Lourenço, ha dejado de
estar en manos de una vieja guardia que ha vivido casi 40 años bajo los
faldones de la familia Dos Santos.
La posibilidad de un cambio real en el país no es baladí:
fuera de la élite político-militar-empresarial (los tres perímetros de
poder a menudo convergen en las mismas personas o familias), la
sensación de inseguridad política, social, económica y democrática es
constante. Angola es el primer productor de petróleo de África, en
estrecha competencia con Nigeria, y lleva una década creciendo al 10%
anual, pero el 54% de sus 26 millones de habitantes sigue siendo pobre,
mientras las élites hacen obscenas ostentaciones de riqueza.
Buenos amigos, buenas relaciones
El día de la toma de posesión de João Lourenço, el pasado
septiembre, la puesta en escena parecía más cercana al teatro con todo
su atrezzo que a un verdadero relevo de poder. Una auténtica
ofensiva diplomática aterrizó en el país para dejar constancia de la
aquiescencia oficial a los comicios. En embajadas y jets privados
llegaron el presidente de Portugal, Macerlo Rebelo de Sousa, y el
exministro Paulo Portas, además de Teodoro Obiang (Guinea Ecuatorial),
Joseph Kabila (Congo) o Ali-Ben Bongo (Gabón), delegaciones de Francia,
Brasil, Cuba, Arabia Saudí, Argelia, y la familia de Agostinho Neto,
padre de la patria. El Papa delegó el saludo en el cardenal Alexandre do
Nascimento y el obispo Anastácio Kahango.
A pesar de que el nuevo presidente electo pertenece al
mismo partido de Dos Santos, el MPLA (Movimento Popular de Libertação de
Angola, que consiguió la independencia de Portugal en 1974 mediante la
guerra de guerrillas), y de que la designación del sucesor se realizó a
dedo desde la poltrona presidencial, parecía que la anquilosada travesía
democrática angoleña seguía su curso.
Todos quieren tener buenas relaciones con el vecino rico
de África. Las voces de opositores y organizaciones por los derechos
humanos suenan como el caer de un alfiler al lado de los aplausos de
círculos empresariales y delegaciones gubernamentales. Sedrick de
Carvalho, periodista, estudiante de abogacía y disidente angoleño, que
reside actualmente en Lisboa, habló con CTXT sobre la situación de los
disidentes en Angola. El MPLA “actúa como si estuviese en una guerrilla,
eliminando a todos los opositores”, asegura De Carvalho. “Además de esa
guerra, la oposición ya no sabe lidiar con el MPLA. Después están los
beneficios escandalosos que los partidos reciben de los Presupuestos del
Estado. Se ha pasado a aceptar que los partidos son una empresa y
también combaten a quienes les critican”.
Músicos, activistas y estudiantes, los 15+2 sufrieron torturas, confinamientos en celdas incomunicadas y sin luz, acoso policial y una huelga de hambre que casi acaba con la vida de algunos de ellos
La figura de Sedrick saltó a los medios en 2015, cuando él
y otros 16 activistas fueron detenidos mientras celebraban una reunión
para discutir las ideas de un libro sobre revueltas pacíficas para
derrocar gobiernos (la obra De la dictadura a la democracia, del
norteamericano Gene Sharp). Se les llamó 15+2 porque finalmente fueron
encarcelados 15 hombres, mientras dos mujeres fueron puestas en arresto
domiciliario. Músicos, activistas y estudiantes, los 15+2 sufrieron
torturas, confinamientos en celdas incomunicadas y sin luz, acoso
policial y una huelga de hambre que casi acaba con la vida de algunos de
ellos.
Las historias de Sedrick, Luaty Beirão o la joven Laurinda
Gouveia, torturada y apaleada además en otras ocasiones por informar de
protestas ciudadanas, se convirtieron en el paradigma de las serias
carencias democráticas y la represión del Estado angoleño. “João
Lourenço, como ya declararon miembros influyentes del MPLA, es una
imposición de José (Eduardo dos Santos) a los demás miembros de su
partido, tanto que ni hubo otros candidatos (a la sucesión)”.
El mercado angoleño: elogio de volatilidad
Las relaciones diplomáticas y económicas entre Angola y
Europa se han basado siempre en las invocaciones a la soberanía nacional
angoleña. Muchos prefieren usar el concepto de ‘soberanía familiar’,
vinculando el término ‘familiar’ hacia el concepto de ‘hampa’, vista la
desmesurada capacidad, que en ocasiones alcanza proporciones
tragicómicas, de la oligarquía angoleña para inyectar ingentes
cantidades de dinero en Europa.
Sólo hay que ver el caso de Isabel dos Santos, la
primogénita del ya expresidente Eduardo dos Santos, considerada como la
mujer más rica de África y cuya exitosa historia empresarial deja clara
una cuestión de base: en Angola la línea que separa la política y los
negocios es aún más difusa que en Europa.
Isabel dos Santos aprendió a moverse en los círculos de la
élite angoleña desde muy joven. Contaba solo con 25 años cuando se unió
a un conocido empresario de la noche de Luanda atribulado por sus
problemas con las autoridades sanitarias y fiscales. Isabel movió los
hilos pertinentes con su padre y, hoy, el Miami Beach Club, ubicado en
la zona de Luanda conocida como A ilha (La Isla, un
barrio/trinchera para la super reducida clase alta del país), es el
local de referencia para escuchar buena música en la capital y comer y
beber a precios de lujo.
Isabel tiene una fortuna valorada en más de 3.000 millones
de euros --el 1,4% del PIB luso y casi el 4% del angoleño--, de los que
2.300 millones son títulos que cotizan en la bolsa portuguesa. De aquí
que muchas voces en Portugal traten de acallar toda crítica a las formas
autoritarias de la oligarquía angoleña. Sin embargo, no se trata de
juzgar la riqueza en sí, sino de fiscalizar la relación entre la riqueza
privada y los recursos públicos generados gracias a una soberanía
popular seriamente en entredicho. De todas formas, la inversión que
Isabel tiene en Portugal es difícil de concretar, ya que parte de ella
entra desde sociedades offshore, lo que dificulta su rastreo.
José Eduardo Dos Santos creía haber dejado bien atado su
legado empresarial antes de ceder la silla presidencial. Desde el año
pasado Isabel presidía la petrolera Sonangol, tras ser nombrada a dedo
por su padre. La hija del expresidente no sólo controlaba Sonangol, sino
también, mediante participaciones directas o indirectas, una parte
importante de la banca angoleña (Banco Económico, Banco Angolano de
Investimento, Banco Caixa Geral, Millenium Atlântico) y parte de la
banca portuguesa (Banco Bic, Banco Comercial Português, además del BPI a
través del holding Santoro).
José Eduardo dos Santos quiso irse, pero sin irse del
todo. A pesar de dejar la presidencia del país, mantiene la de su
formación política, el MPLA, al encabezar la única lista candidata al
Comité Central del partido. Además remodeló, pocos días antes de las
elecciones, las estructuras de gobierno de Sonangol para otorgar el
control completo de la empresa al presidente del Consejo de
administración --su hija-- y arrebatar así al futuro presidente
cualquier capacidad de decisión en este sentido. E incluso aprobó, al
día siguiente de la toma de posesión de João Lourenço, la concesión por
60 años de dos terrenos en la Avenida Marginal de Luanda, uno de ellos a
una empresa propiedad de su hija Isabel.
Entre las dos hijas de Dos Santos, Isabel y la más
pequeña, Welwitschea, controlan la mayor teleoperadora del país, Unitel
(empresa que tiene la participación mayoritaria en el Banco de Fomento
de Angola), y el Canal 2 de la televisión pública angoleña. Welwitschea,
conocida como Tchizé, está siendo investigada en Portugal por blanqueo
de capitales, pero en Angola forma parte del Comité Central del MPLA y
aún tiene una productora de televisión que vende contenidos al canal
público que ella misma dirige.
La investigación que lleva el Tribunal de Relação de
Lisboa contra Tchizé está confirmando el papel que juegan Portugal y
otros países europeos dentro del esquema de internacionalización de la
oligarquía angoleña: la utilización de sistemas financieros legales para
introducir y legitimar grandes sumas de dinero obtenidas gracias al
tráfico de influencias en su país de origen.
La investigación que lleva el Tribunal de Relação de Lisboa contra Tchizé está confirmando el papel que juegan Portugal y otros países europeos dentro del esquema de internacionalización de la oligarquía angoleña
Otro hijo del expresidente, José Filomeno, fue designado
también a dedo para dirigir el Fondo Soberano de Angola, al que Eduardo
dos Santos inyectó 5.000 millones de dólares procedentes de los ingresos
estatales del petróleo. El fondo fue inicialmente creado para destinar
parte de esos beneficios a políticas de desarrollo y enriquecimiento del
pueblo angoleño. Fue inaugurado en 2012 con toda la pompa; se
repartieron a periodistas y asistentes a la inauguración gruesos
folletos repletos de fotografías de niños sonrientes y estudiantes
impecables. Sin embargo algunas voces, como la de Ricardo Soares de
Oliveira en su libro Magnífica e miserável. Angola desde a Guerra Civil,
aseguran que se trata de “un proyecto de rentabilidad dudosa que
difícilmente armoniza con el compromiso de promoción del desarrollo
social asumido por el fondo”. El diario británico The Guardian también
acusó, el pasado 7 de noviembre, al Fondo Soberano de no ser más que un
instrumento para financiar sus propios proyectos a través de sociedades
pantalla y paraísos fiscales.
Claudia Generoso de Almeida, investigadora en el Centro de
Estudos Internacionais (CEI-IUL) del Instituto Universitário de Lisboa,
aseguró hace pocos días a CTXT que “será importante ver cómo João
Lourenço va a lidiar con las presidencias de Sonangol y el Fondo
Soberano, es decir, con el linaje directo de J. E. Dos Santos”. Ahora ya
lo sabemos, al menos en el caso de Sonangol. Aunque es curioso pensar
que una familia sustituya a la otra, la familia Dos Santos saliendo de
la fotografía política —no así de la empresarial—, y dejando paso de
forma limpia a la familia Lourenço, João y esposa, Ana Dias —otra
histórica del partido, y cuya influencia y ambición políticas no se
quedan a la zaga de las de su marido—, y a sus seis vástagos. Muchas
preguntas siguen aún abiertas.
La existencia de un flujo cruzado de inversiones entre
Angola y Portugal es evidente (Brasil sería el tercer vértice de lo que
el gestor de empresas públicas Mira Amaral denominó “o triângulo
dourado”). Pero en Angola, mucho más que en Brasil, “para que una
empresa entre en el mercado (…) necesita establecer relaciones con
ciertas personas, los gatekeepers. Éstos, normalmente, tendrán que recibir a su vez ganancias”, asegura Generoso de Almeida.
Y a la inversa, “cualquier gobierno portugués,
independientemente de su color político, se ve obligado a ser bastante
cauteloso (en sus relaciones con Angola), por lo que el país representa
en términos de inversión y de la diáspora (portuguesa) en el país
africano”. Por ejemplo, “varios miembros del MPLA tienen una cierta
alergia a cierto sector del Partido Socialista portugués (por las
críticas al gobierno angoleño por parte de João Soares, histórico
dirigente socialista), pero otros me confesaron personalmente su
simpatía por José Sócrates (también del PS), y otros su antipatía por
Passos Coelho (socialdemócrata)”.
El business know-how angoleño puede resumirse con
la crónica de uno de los muchísimos éxitos empresariales de Isabel dos
Santos. Viajemos a principios de 2008. El grupo Unicer, el mayor
productor de bebidas de Portugal, anuncia a pleno pulmón la próxima
apertura de una fábrica de cervezas en Angola. El mercado angoleño es
apetitoso, el país es el tercer consumidor de cerveza de África y sus
importaciones superan el nivel de consumo nacional de la propia
Portugal.
La fábrica de Unicer debía abrirse contando con algunos
socios angoleños, por supuesto seleccionados y surgidos de entre la
élite del MPLA. Pero ocurrió que Isabel también quería tener su fábrica
cervecera en Angola, así que propuso a Unicer y asociados entrar como
accionista. A Isabel le importó más bien poco que el negocio estuviera
ya cerrado. Incluso la Agência Nacional para o Investimento (ANIP, cuyo
presidente, Carlos Fernandes, también iba a entrar como socio de la
cervecera) había aprobado una inversión estatal de 84 millones para
apoyar el proyecto con dinero de los contribuyentes. Así el panorama,
los socios se negaron a incluir a Isabel en el negocio, un error que aún
están pagando.
Nueve años después, Unicer sigue tratando de abrir su
cervecera en Angola, mientras que Isabel dos Santos abrió en 2016 la
primera fábrica de cervezas del país, controlada por Sodiba, la empresa
de distribución que creada ad hoc junto a su marido, el
coleccionista de arte africano Sindika Dokolo. Por su parte, Carlos
Fernandes fue apartado de la dirección del ANIP y enviado a administrar
fondos locales al norte. Además, en 2015 (año en que la fábrica preveía
comenzar a comercializar su cerveza, aunque acabó posponiéndose hasta el
año siguiente) el gobierno angoleño aprobó una limitación
extraordinaria a la importación de algunos bienes, incluyendo la
cerveza, lo que vino de perlas a las expectativas comerciales de Sodiba.
Este modelo, en el que Isabel no es más que un paradigma, está siendo
importado por Europa y llega en la misma valija que la inversión
angoleña.
Para qué ir a Suiza a lavar nuestro dinero, ¿por qué no hacerlo en Portugal?
A unos 30 kilómetros de Lisboa, en la acomodada zona de
Estoril, Cascais, donde Juan de Borbón, el abuelo del actual rey de
España, llevaba a su familia de vacaciones durante su exilio en Portugal
entre 1947 y 1977, se alza el complejo de apartamentos de lujo más
glamuroso de la Avenida Marginal. Fuentes del sector, como el diario
económico Dinheiro Vivo, aseguran que en su día fue el proyecto
inmobiliario más caro del país. Se trata del Estoril Sol Residence,
tres modernas torres a pocos metros del mar, con 110 apartamentos de
súper lujo y que cuenta con un túnel subterráneo para conectarlo
directamente con la playa. El precio de cada apartamento oscila entre 1 y
11 millones de euros, y al complejo ya se le conoce como “Torre dos
angolanos” por el elevado número de angoleños que han adquirido una o
varias de estas joyas de la pompa inmobiliaria.
El Estoril Sol también puede presumir de ser el edificio más investigado del país, como señala la revista Visão en
un reportaje de febrero de este año. El actual vicepresidente de
Angola, Manuel Vicente (que mantiene su puesto del anterior gobierno de
Dos Santos), ya había tenido sus primeros escarceos con la justicia
portuguesa por haber intentado sobornar a funcionarios del Ministerio
Público con cifras que llegaron a los 800.000 euros, con el fin de que
los funcionarios obstaculizaran otra investigación contra él que la
Fiscalía tenía ya en marcha (de su época como presidente de Sonangol).
Ahora, Vicente reaparece en otro caso de posible corrupción, en concreto
de blanqueamiento de capitales, por la compra de tres apartamentos en
el Estoril Sol a través de empresas offshore.
El sector inmobiliario es uno de los focos de inversión angoleña en Portugal, además del uso de instituciones de crédito, las telecomunicaciones y la banca
El sector inmobiliario es uno de los focos de inversión
angoleña en Portugal, además del uso de instituciones de crédito, las
telecomunicaciones y la banca. En el caso del Estoril Sol, Manuel
Vicente no sólo compró un apartamento para él, sino también para otro
peso pesado de la élite angoleña, el general Leopoldino Fragoso do
Nascimento, conocido como Dino, y para el general Manuel Hélder Vieira Dias, conocido por Kopelipa.
Cuenta el periodista angoleño Rafael Marques que las tres operaciones
inmobiliarias, ejecutadas desde una cuenta del Banco Central de Portugal
y tres empresas offshore (las londinenses Damer Indsutries y
Delta Shipping Overseas, y la angoleña Portmill), eran parte de pagos o
prebendas por otro caso de corrupción en la compra de participaciones en
las angoleñas Movicel (telefonía) y Banco Espírito Santo Angola.
Y no es sólo porque el mercado inmobiliario portugués,
tradicionalmente degradado por la poca capacidad interna de inversión y
por conflictos familiares entre propietarios o herederos, sea tan
apetecible que ha atraído a inversores de todo el mundo. Además, en 2012
Portugal puso en marcha lo que se conoce como Vistos Gold (Visados de Oro),
o programa de Autorização de Residência para Atividade de Investimento,
que consiste en la entrega de un visado de residencia en Portugal a
todo ciudadano extracomunitario que ejerza una compra inmobiliaria igual
o superior a 500.000 euros, o una transferencia de capitales igual o
superior a un millón de euros.
La residencia en Portugal otorga la libre circulación en
el espacio Schengen y la posibilidad de solicitar la nacionalidad
portuguesa después de seis años. Portugal está de saldo, hay mucho
dinero angoleño que blanquear y los Visados de Oro son más que un
caramelo para inversores de cualquier país no europeo.
Según la investigación coordinada por Rafael Marques, los
altos mandos angoleños que han adquirido propiedades tan sólo en el
Estoril Sol son el exministro de Administração Pública, con cinco
apartamentos en el complejo; la esposa del ministro de Estado y jefe de
la Casa Militar, el ya mencionado Kopelipa; la esposa del también ya mencionado Dino;
un coronel y alto funcionario de la Casa Militar; un exministro de
Finanças, con cuatro apartamentos; un exdirector de la empresa pública
de diamantes Endiama; Isabel dos Santos, que adquirió un apartamento en
el último piso por 11 millones; un exministro y un ex secretario de
Estado; un expresidente del Banco Espírito Santo Angola, con seis
apartamentos, además de otros tres apartamentos que compraron sus dos
hermanos; un ciudadano llamado Valdomiro Minoru Dondo, con doble
nacionalidad brasileña y angoleña y cuya fama de negociador, corruptor y
facilitador le han valido el sobrenombre de “estrangeiro mais rico de Angola”;
el socio y representante legal de Tchizé, la hija pequeña de Eduardo
dos Santos, y todo esto sin contar con los testaferros que hayan sido
usados para encubrir otras adquisiciones.
A partir de 2011 (cuando el país luso sufría la afrenta
internacional del rescate por parte de la Troika), los portugueses
comenzaron a notar que cada vez más angoleños venían a hacer turismo a
Portugal, sobre todo a Lisboa. No eran muchos, pero la situación era
nueva, y los nuevos visitantes provenientes de la antigua colonia
llegaban para atrincherarse en el Prada de Avenida Liberdade o la Hermès
de Chiado, comprando los suvenires más caros de la ciudad en forma de
bolsos, joyas, trajes y relojes. La prensa comenzó a hablar de la
creciente clase media angoleña, pero lo que estaba llegando era la
adinerada oligarquía con un poder adquisitivo más propio de la
aristocracia que de la burguesía. Entre estiramientos faciales, chóferes
con coches de alta gama, cenas de empresa y sesiones de peluquería, sus
jornadas no escatiman en opulencia.
Portugal mantuvo a Angola en estado de profunda
colonización unos 400 años, exprimiendo sus recursos naturales y humanos
gracias a su superioridad militar. En el siglo XXI esta situación
comienza a invertirse, y quien tiene la superioridad, esta vez
económica, y capacidad colonizadora es Angola, por mucha crisis del
petróleo que pueda afectar a su economía nacional. No es el país, sino
su élite. Una élite que se ha especializado en comprar lo que muchos
portugueses no pueden, esto es, las ruinas empresariales, bancarias,
patrimoniales e inmobiliarias que el país ha ido dejando tras largos
años de penurias. Y en Angola queda el 54% de la población viviendo por
debajo del umbral de pobreza y, según The New York Time, la tasa de mortalidad infantil más alta del planeta.
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