“Susana, Page… están agazapados, esperando un momento que ya nunca llegará”
Los barones críticos, como se pudo comprobar este fin de semana, siguen remando a la contra más por devoción que por convicción
No es el caso de los barones críticos que, como se pudo comprobar este fin de semana, siguen remando a la contra más por devoción que por convicción. “Están callados, agazapados… Han dado un paso atrás después de las primarias, pero no se dan por vencidos. Esperan su momento. Ahora están intentando afianzar sus plazas, luego habrán de conservar los gobiernos regionales y ver qué tal le va a Pedro en las generales. Y si Pedro pierde escaños, entonces volver a intentarlo. Lo tienen muy difícil, por no decir imposible, repetir un golpe como el del pasado año, pero saben que han de dejar la llama encendida y crear expectativas, especialmente entre los suyos”, comenta un hombre de confianza de Pedro Sánchez.
No hacía falta una jornada como la de ayer, ni debates como el de la plurinacionalidad, para que Ferraz dé prácticamente por perdida a Susana Díaz. No hay posibilidad de reconciliación. Es algo sanguíneo. Cuestión de piel. Todo ello a pesar de que el uno y la otra se necesitan mutuamente. La andaluza, que ha demostrado ser una mala candidata fuera de su comunidad y está por ver si no lo es también dentro, deberá tirar de la máquina de Madrid si no quiere poner en riesgo una plaza histórica en las próximas autonómicas. Y si Ferraz no la apoya y la presidenta pierde Andalucía, entonces adiós al PSOE y a cualquier posibilidad de Sánchez de alcanzar La Moncloa.
García-Page no es sanchista ni tampoco susanista. "Page solo es de Page". Es el gran 'tapado', presto y dispuesto si las cosas se le tuercen al secretario
Otro de los que militan en el bando crítico es Emiliano García-Page, que no es sanchista ni tampoco susanista. “Page solo es de Page”. En el equipo de Sánchez dicen que es el ‘tapado’. Una vez chamuscada Susana Díaz, el castellano-manchego puede jugar sus bazas si las cosas vuelven a torcerse para el líder del PSOE. Page se deja querer, siempre se ha dejado, y aunque niegue más aspiraciones que las de ocupar el Palacio de Fuensalida, le gusta que le regalen los oídos. “Unas aspiraciones demasiado ambiciosas para alguien que perdió en Toledo en las primarias y con unas bases detrás que no entienden por qué ha dado ese giro de 180 grados con Podemos y se resiste a consultarlo con ellas”, le censuran en el equipo de Sánchez.
El tercero de los críticos, Ximo Puig, hizo este viernes un esfuerzo por escenificar la ‘pax romana’, un acercamiento convencido de que están abocados a convivir. Pero estas declaraciones de intenciones que hacen en público, luego, en 'petit comité', trocan en adjetivos más que gruesos. No se fían. Igual que en Ferraz consideran un error la entrevista que concedió a 'El País' tras alzarse con la federación valenciana, un texto que, en opinión de los sanchistas, traslucía sobredosis de rencor, los de Ximo miran con preocupación en lontananza a Rafa García, ese 'tomahawk' que viene de Burjassot y que ha aglutinado al 42% de los votos en la federación valenciana. “Que se cuide mucho Ximo. Es muy complicado gobernar teniendo a la mitad de tu casa en contra…”.
Pedro Sánchez está montando un partido a su medida. Más manejable, menos orgánico y, sobre todo, muy presidencialista. Entre los fontaneros apenas quedan representantes de las etapas de Zapatero y Rubalcaba, a excepción de un José Enrique Serrano siempre lúcido. Poco más. Al resto los ha ido laminando con más o menos sordina. Nada tiene que ver este PSOE con los anteriores ni sirven los nombres que antes le daban imagen. Lo de Sánchez es una opa hostil. Ha comprado las siglas y ha montado una nueva formación.
Lejos de la imagen que dio en la funesta entrevista con Évole, Sánchez se muestra más sereno y maduro, y controla el partido con puño de hierro
De ahí la imposibilidad de los barones críticos de repetir un golpe como el del 1 de octubre de hace un año. Por muchos conciliábulos y planes que bosquejen, Sánchez está blindado. Si bien antes había múltiples recursos para promover una asonada en Ferraz —véase la dimisión de la mitad de la ejecutiva—, ahora dichos recursos han desaparecido. Ahora está todo en manos de las bases y las bases, como se ha visto, las controla Sánchez.
Lejos de la imagen que dio en aquella funesta entrevista con Évole, después de la cual a muchos de sus colaboradores les entraron ganas de exiliarse en Tombuctú, el actual secretario general de los socialistas se muestra más sereno y maduro. Controla el partido con puño de hierro, y lo que todavía no está bajo su égida lo estará próximamente según vaya confeccionado las listas para las europeas, municipales y generales. En su contra, en cambio, juegan el laberinto catalán y los tiempos. Dice no tener prisas, pero a veces se deja llevar por los impulsos. Asegura tenerle cogida la medida a Pablo Iglesias, pero en ocasiones, más frecuentemente de lo que quisiera, cae en su telaraña.
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