La cueva fantasma: la nueva joya de Atapuerca
- El arqueólogo Eudald Carbonell guía a ‘La Vanguardia’ en una visita al yacimiento más espectacular y prometedor de la sierra burgalesa
“Por aquí”, indica el arqueólogo Eudald Carbonell mientras sube hacia lo alto de la sierra de Atapuerca por un estrecho sendero en medio del bosque.
–Ahora verá, se va a caer de culo.
A medio camino se detiene y espera a su acompañante.
–Es aquí a la izquierda.
¿A la izquierda? Sólo se ven árboles y arbustos, no parece haber ningún camino.
–Sí que hay camino –insiste Carbonell–, venga conmigo.
Giran a la izquierda. Efectivamente, se intuye un paso entre la maleza. Unos cincuenta metros más adelante Carbonell se detiene.
–Mire esto, ¿qué le parece?
Es una pequeña extensión de tierra en un espacio libre de arbustos, nada más.
–¿Para enseñarme esto me ha hecho venir? –le pregunta el visitante-.
–Es la entrada de una cueva –le informa Carbonell–. Es la parte superior de la Galería de las Estatuas.
–¿Cómo sabe que es una entrada?
–Fíjese en esta roca, es una estalagmita.
La roca, es cierto, tiene forma de estalagmita. Un bonito
cilindro mineral hundido en la tierra. Pero no se ve la cueva por
ninguna parte.
–Todo esto son sedimentos -aclara el arqueólogo–. No se ve
la cueva porque están tapando la entrada. Haremos una prospección para
ver qué profundidad tienen los sedimentos. Creemos que puede haber
restos de más de un millón de años de antigüedad. Pero no es esto lo que
le quería enseñar.
Carbonell reanuda la marcha por el sendero que se intuye entre la vegetación.
–Sígame –indica-. Es por aquí.
Unas decenas de metros más adelante, se detiene de nuevo y abre los brazos con una sonrisa triunfal.
–Y esto, dígame, ¿qué le parece?
Esto sí que es una cueva reconocible incluso para un
visitante sin conocimientos de arqueología. Una enorme abertura en la
roca de la sierra, de más de veinte metros de diámetro, mayor que
cualquier otro de los yacimientos de Atapuerca. En el suelo, si uno se
fija, afloran multitud de fósiles. Mandíbulas, huesos largos, piezas de
dudosa identidad... Un auténtico festín para los paleontólogos.
–¡Bienvenido a la Cueva Fantasma, la última joya de Atapuerca! –proclama Carbonell–.
La excavación en la Cueva Fantasma se inició en la campaña
del año pasado, explica Carbonell. En estos dos años el trabajo se ha
limitado a retirar la tierra que cubría los niveles ricos en fósiles
para poder iniciar el próximo verano una excavación sistemática en busca
de huellas del pasado. Hasta ahora se han retirado 12.000 toneladas de
tierra. Y aunque el objetivo aún no era encontrar ninguna pieza de
valor, ya han empezado a aparecer restos importantes.
–Tenemos la tríada –comenta orgulloso Carbonell–.
–¿La tríada?
–Fósiles humanos, herramientas líticas y huesos de animales
con marcas de cortes. Los tres tipos de pruebas que demuestran
presencia humana.
Los fósiles humanos, añade, son fragmentos de cráneo de un
neandertal. Atapuerca es el lugar del mundo más rico en restos de Homo
heidelbergensis, ancestros de los neandertales. Pero esta ha sido la
primera vez que aparecen fósiles de neandertal en la sierra. Calcula que
deben tener unos 90.000 años de antigüedad, aunque falta datarlos con
precisión para confirmarlo.
Esto no es más que un aperitivo, destaca el arqueólogo. Lo
más interesante de la Cueva Fantasma, lo que la convertirá en “una
auténtica catedral de la prehistoria” –según expresión de José María
Bermúdez de Castro, codirector de las excavaciones de Atapuerca junto a
Carbonell y Juan Luis Arsuaga–, no son los restos que han empezado a
aparecer en la superficie sino todo lo que se esconde debajo.
La cavidad, donde ahora se inicia el trabajo, es mayor que cualquier otro yacimiento de la zona
El yacimiento tiene entre 17 y 18 metros de
profundidad, informa el geocronólogo Josep Maria Parés. Por lo tanto,
tiene una profundidad parecida a la de la Gran Dolina, el yacimiento
donde se descubrió la especie Homo antecessor.
Además, en un rincón de la Cueva Fantasma ha aparecido un
tipo de sedimento rojizo “que no habíamos visto nunca antes en Atapuerca
y que podría ser más antiguo que todo lo que hemos excavado hasta
ahora”, explica Carbonell.
En los próximos años, a medida que excaven desde el nivel
superficial donde se encontró el neandertal hacia niveles más profundos
de la cueva, los investigadores de Atapuerca accederán a sedimentos cada
vez más antiguos.
En este viaje al pasado, podrán reconstruir la historia de
las poblaciones que han vivido en la sierra de Atapuerca en el último
millón de años, o tal vez incluso antes. Podrán reconstruir tal vez un
esqueleto completo de Homo antecessor, ya que los restos encontrados
hasta ahora son fragmentarios. Y tratar de responder a uno de las
grandes enigmas de la prehistoria europea: ¿por qué desaparecieron los
humanos de Europa hace unos 800.000 años, en una época de bonanza
climática, y por qué volvieron a aparecer hace 500.000?
Pero excavar la Cueva Fantasma y contestar a estas
preguntas va a ser una carrera de fondo. En el yacimiento de la Gran
Dolina, que es unas tres veces más pequeño en extensión, los trabajos se
iniciaron hace más de treinta años y están lejos de haber terminado.
–Al ritmo de trabajo actual, tardaríamos unos trescientos
años en excavar la Cueva Fantasma –calcula Carbonell–. Mire lo grande
que es. Parece una plaza de toros.
Si tan prometedora es la cueva, ¿por qué no empezaron a excavarla antes?
–Porque primero concentramos el trabajo en otros
yacimientos de la sierra. Si hubiéramos querido abarcarlo todo, no
hubiéramos logrado nada –explica Bermúdez de Castro–. Y después porque
llegó la crisis y los recortes también afectaron a las excavaciones.
Pero ahora es un buen momento para entrar a fondo en la Cueva Fantasma.
La cueva se descubrió a raíz de una explosión ordenada por
la empresa que explotaba la sierra de Atapuerca en los años 50 y que
hacía prospecciones en busca de nuevas canteras. Aún ahora se aprecia
claramente en la roca la marca del barreno que dejó al descubierto la
entrada de la cueva.
Pero la parte de la entrada que quedó visible era pequeña,
estaba escondida entre la vegetación y durante años eran muy pocas las
personas que conocían su existencia. Algunos investigadores de Atapuerca
habían oído hablar de ella pero no todos sabían dónde estaba. De ahí
viene posiblemente el nombre de Cueva Fantasma.
Carbonell y Bermúdez de Castro la visitaron por primera vez
en 1983, cuando tenían 30 años. Encontraron fósiles de pequeños
mamíferos que no justificaban abrir allí una gran excavación.
Solían regresar a la cueva de vez en cuando. Por placer y
por curiosidad. En los años 90 encontraron restos de grandes mamíferos y
una herramienta de sílex, la primera prueba de presencia humana en el
lugar. Era una herramienta musteriense, tecnología neandertal sin lugar a
dudas. Pero en aquel momento otros yacimientos de la sierra estaban en
plena actividad y la Cueva Fantasma quedó para un futuro.
–Ahora es el momento –insiste Carbonell.
Cae la tarde sobre Atapuerca. En lo alto de la sierra Carbonell
y el visitante miran hacia la
llanura, donde el viento peina
los campos de cereales. Parecen olas sobre un mar amarillo.
y el visitante miran hacia la
llanura, donde el viento peina
los campos de cereales. Parecen olas sobre un mar amarillo.
–Imagine el paisaje que veían los neandertales desde aquí
–dice Carbonell–. Todo esto eran praderas en las que corrían ciervos,
bisontes y caballos. Hemos encontrado fósiles de todos estos animales. Y
los neadnertales los veían desde aquí. Debía ser espectacular.
El sol se está poniendo. No queda nadie en la sierra excepto Carbonell y el visitante. Sólo se oyen el viento y los pájaros.
–¿Sabe por qué es el momento para abrir la Cueva Fantasma?
–No, ¿por qué?
–Me quedan unos cinco años aquí –se sincera el
arqueólogo–. Tengo 65 años, no me falta mucho para jubilarme. José Mari
[Bermúdez de Castro] y Juan Luis [Arsuaga] también tendrán que dejarlo,
los tres tenemos casi la misma edad. La Cueva Fantasma es el regalo que
les dejamos a los que vengan después. Para nosotros, este será el último
petardo de la fiesta mayor. Pronto nos tendremos que ir, pero nos
iremos a lo grande.
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