Murió Landrú, el decano del humor político argentino
El
célebre humorista murió ayer, a los 94 años; a lo largo de siete
décadas de carrera, registró como nadie los vaivenes políticos y los
cambios en la sociedad argentina con fino olfato y un surrealismo que no
le evitó la clausura de su exitosa revista Tía Vicenta, en 1966, a
manos de Onganía
Viernes 07 de julio de 2017 •
Juan Carlos Colombres, popularmente conocido como Landrú
, murió ayer, a los 94 años. Referente del humor político a lo largo de
más de siete décadas, fue un fino observador sociológico, delineando
como pocos las arbitrarias leyes y registrando con precisión el lenguaje
y el modo de pertenencia de las clases de nuestro país.
"El humor
político de Landrú es una lima sorda: va poniendo en su lugar los
ridículos", resumió el presidente de la Academia Nacional de Educación,
Pedro Luis Barcia, en su habitual tono humorístico,cuando presentó, en 2014, la compilación de la obra del artista ¡El que no ríe es un maleducado!Nació en 1923 y publicó su primer chiste en la revista Don Fulgencio, de Lino Palacio, en 1945, donde su hermano Jorge Palacio, más conocido como Faruk, le sugirió usar como seudónimo al célebre asesino serial francés, que se convertiría en su sello de éxito, tanto como los gatos que pueblan sus viñetas y que, en 2016, cumplieron precisamente 70 años.
Su primer dibujo publicado mostraba ya su afiliación al absurdo. En él, un hombre que le dice a su novia: "Matilde, quiero casarme con vos". "Yo también", responde ella. "Caramba -suelta él-, las cosas comienzan a complicarse." De aquella época inicial es también otro personaje que, muy avergonzado, se dirige a la mujer con la que está casado desde hace 40 años: "Tengo que confesarte algo espantoso: soy negro".
En Cascabel aparecieron sus primeros trabajos de humor político, y en 1957 fundó Tía Vicenta, la revista que con ironía cuestionó la dirigencia nacional hasta su clausura, en 1966, durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía. Sería el comienzo de sus clásicas caracterizaciones de políticos y gobernantes, como "La morsa" (el mencionado Onganía), "La tortuga" (Illia), La pantera rosa" (Videla) y el "Chapulín colorado" (Alfonsín).
Cuando se cumplieron 30 años de la censura a la revista, en 1996, Landrú recordaba ese momento en La Nación Revista: "La noche antes del golpe fui a una cena donde un amigo me comentó que Onganía iba a tomar el gobierno", ordena la historia Landrú. "Otro de los chimentos fue que al personaje le decían la Morsa o el Morso. Al día siguiente conté todo en la redacción, y en medio del jaleo Ignacio Anzoátegui -un colaborador de la revista que era poeta, ex juez, y que escribía siempre notas con lenguaje legal- tuvo la ocurrencia de hacer un Estatuto de la Morsa, donde figuraba como director Juan Carlos Landrú.
Después me dijeron que fue esa firma, y no el dibujo de la tapa -dos morsas con bigote de Onganía- la irritación mayor. Parece que lo tomó como un insulto a su señora mamá, quien le había puesto el nombre Juan Carlos con tanto cariño ¡y nosotros lo estabamos tomando en solfa!. Nunca pensó que yo también podía llamarme Juan Carlos ".
Antes y después de Tía Vicenta, su genio tuvo lugar en las páginas de Vea y Lea, Avivato, Pobre Diablo, Rico Tipo, Patoruzú, Sucedió con la Farra, Dinamita, Gente de Cine, Loco Lindo, Leoplan, Gente y la Actualidad, Somos, Mercado y los diarios El Mundo y Clarín. En 1971, la Universidad de Columbia le otorgó el destacado premio María Moors Cabot, el más antiguo reconocimiento internacional en periodismo.
"El humor actual se volvió más político a partir de la Revolución Libertadora, que derrocó a Perón, porque hubo como un destape respecto de tiempos en que no se podían cargar las tintas sobre el Gobierno. Ahora hay otro destape, el que vino con la democracia. Pero yo sigo privilegiando la mirada sobre el absurdo. Sigo siendo un surrealista", decía en 2003, cuando fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires.
En el sitio de la fundación Landrú, que continúa digitalizando su frondosa obra, pueden descubrirse algunos de los muchos personajes que creó en su larga carrera, como la inefable "señora gorda", la Tía Vicenta; Rogelio "que por razonar demasiado a veces se metía en serios problemas"; el testarudo Señor Porcel; el temible Señor Cateura "que le imponía estudiar latín a su hijo Felipito para que fuera -como él- el mejor carnicero del barrio"; las "chicas bien" María Belén y Alejandra y su prima mersa Mirna Delma; el "viejo verde Jacinto W, el reblán" y Fofolfi, "el niño abominable con su peculiar manera de expresarse", entre muchos otros.
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