Uno de los columnistas más influyentes y mejor informados de Argentina, Carlos Pagni, reveló hace unos días la frase que le transmitió un ministro macrista: "Si no hay pan, que haya circo". Aireada esa lectura política del oficialismo sobre el escándalo de la "corrupción K", las sospechas de la oposición sobre una injerencia del Gobierno en el caso se han redoblado. La apertura de la causa coincide con el peor momento de Mauricio Macri, muy desgastado por la grave crisis económicaque atraviesa el país desde que en abril se desplomara el peso y la Casa Rosada se echara en brazos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Antes de llegar al poder en diciembre de 2015, Macri había insistido en que domaría la inflación, el gran talón de Aquiles de la economía argentina. Pero casi tres años después, los precios están más desbocados que nunca y este año se prevé un aumento cercano al 35%. La política económica del Gobierno, basada en el endeudamiento externo y la ausencia de control de la inversión especulativa, ha dejado al país al borde del colapso.
El propio Macri ha reconocido que el año acabará en recesión, con una caída del PIB del 1%. La crisis se está llevando por delante empleos y pymes, y amplias capas de la sociedad ya no pueden llegar a fin de mes, con un salario devaluado y un aumento exorbitante de las tarifas de los servicios domésticos. Otra de las grandes promesas electorales de Macri, la erradicación de la pobreza, se ha quedado en papel mojado. Uno de cada tres argentinos es pobre y la situación no tiene visos de mejorar. La Casa Rosada admite que la pobreza aumentará de nuevo este año. En los barrios más vulnerables del país han aumentado los comedores populares, adonde acuden miles de niños que de otra forma no cenarían. Los jubilados también sufren los ajustes. Han visto reducida su pensión por una reforma aprobada por el Gobierno en diciembre pasado en consonancia con una recomendación del FMI.
En ese complicado escenario socioeconómico, el escándalo de los sobornos, que afecta tanto a la clase política como a la empresarial, podría añadir más gasolina al fuego, como ocurriera en Brasil tras el inicio de la investigación del Lava Jato, que llevó a prisión a numerosos políticos y hombres de negocios. La recesión se cebó con el gigante sudamericano. Para Macri, que hasta abril basaba su apoyo social en las expectativas de una mejora económica, la tormenta pasará y el año que viene Argentina volverá a la senda del crecimiento y la estabilidad macroeconómica. Pero un número creciente de sus seguidores está empezando a desconfiar de una recuperación que nunca llega. Y en la trinchera de enfrente, los movimientos sociales ya se preparan para una respuesta contundente en la calle cuando se alejen los fríos del invierno austral.
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