El ‘yihadismo’ global al servicio de cinco objetivos
A pesar de la propaganda oficial que sitúa el nacimiento del “yihadismo” en los atentados del 11S, el uso actual del terrorismo de bandera religiosa tuvo sus comienzos en 1978 en Afganistán, por la iniciativa de la Administración Carter. Una vez que, forzados por las abundantes pruebas, Zbigniew Brzezinskiy y Hillary Clinton admitieron que “las teorías de conspiración” tenían razón y fue EEUU quien creó la banda criminal, volvieron a mentir, afirmando que la superpotencia había perdido el control sobre individuos: hoy en día es imposible que un grupo armado (de cualquier naturaleza), pueda operar sin el respaldo de un poderoso estado. A demás, el “Cui bono” de los atentados, muestra que los únicos beneficiarios de sus crímenes son sus propios creadores, lo cual no niega que, a lo largo de la historia, las instituciones de diferentes religiones, hayan recurrido a la matanza de los civiles en el nombre de Dios y por los intereses de sus élites.
La “Yihad universal” fabricada por el Pentágono sigue cumpliendo sus 5 funciones:
1.- Desmantelar determinados estados
Tras destruir la República Democrática de Afganistán gobernado por las fuerzas marxistas, EEUU, Arabia Saudí y Turquía enviaron a los “yihadistas” a Yugoslavia, con la etiqueta Bosanski mudzahedini. Lo cjuenta el ensayista alemán Jurguen Elsasser en su libro, «Cómo la Yihad llegó a Europa» gracias a la CIA. Después fueron trasladados a Irak, Libia, y Siria, donde se dedicaron a matar a los intelectuales, profesores y activistas, a volar escuelas, hospitales, bibliotecas y borrar su memoria histórica rajando con el martillo sus milenarios monumentos.
Al contrario de los tiempos de la Guerra Fría que EEUU recurría más a golpes de estado para instalar un régimen afín, el avance de los movimientos antiimperialistas de finales de los setenta le hicieron cambiar de estrategia, cortando por lo sano: acabar con los estados molestos para convertirlos en “estados fallidos”, y así perdurar su dominio sobre sus cenizas.
Respaldados por la OTAN, y tras cumplir la tarea del desmantelar Yugoslavia, y otros tres poderosos estados árabes como Irak, Libia y Siria (como una ofrenda a Israel), parte de estos mercenarios han cogidos sus bártulos y se han dirigido a nuevos destinos.
El timo del terrorismo islámico sirvió a EEUU para instalar la primera base militar en Nigeria, después de una campaña de propaganda sensacionalista sobre el secuestro de las niñas nigerianas.
2.- Destruir las alternativas progresistas
Sólo hay que ver las imágenes de las mujeres de los países “musulmanes”, antes de la aparición de la extrema derecha islámica totalitaria, y leer la historia de Turquía, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Siria o Yemen para darse cuenta de que (salvo Arabia Saudí) casi todos: a) estaban gobernados por regímenes semilaicos; b) que eran “sólo” dictaduras políticas; y c) que la mayoría contaba con importantes partidos progresistas e incluso de izquierda marxista (algunos en el poder). La doctrina de Choque de civilizaciones y su supuesta alternativa “El diálogo de religiones” falsearon el escenario, dando protagonismo a dos únicas fuerzas: las prooccidentales y las islamistas (que a veces son presentadas como toda la nación) haciendo desaparecer de un manotazo las lucha de clases (y sustituirla por el Norte contra el Sur), y cientos de grupos étnicos, lingüísticos, religiosos sí como a los no practicantes y no creyentes. Esta esquizofrenia ha llegado a tal punto que un importante sector del progresismo occidental se dedicó a 1) justificar el terrorismo “islámico” como una reacción a la invasión militar del imperialismo, o del resentimiento por la exclusión de los inmigrantes de fe islámica en Europa. Matar a los civiles no es justificable bajo ningún pretexto. El primer gran grupo político-religioso que utilizó de forma sistemática el terror puntual y exclusivamente contra los políticos fue el Hasaniun (mal traducido en español como “Asesinos”), dirigido por Hasan Sabbah, El Viejo de Alamut, quien lideró en el siglo XI un movimiento partisano en Irán para expulsar a los ocupantes turcos y árabes; y 2) defender la religión islámica desde un maniqueísmo político, en lugar de seguir exigiendo más laicismo, y el regreso de la religión al espacio personal, como la condición de poner fin a las despiadadas “guerras religiosas”.
3.- Enviar un mensaje de un estado al otro
Como “la cabeza cortada del caballo” por la mafia en El Padrino. Los atentados no son la expresión del “odio” de unos individuos desagradecidos que viven en las sociedades occidentales. Veamos: Si es cierto que 1) los grupos yihadistas sunnitas son wahabitas, corriente religioso dominante en Arabia Saudí, y 2) que Arabia Saudí ha estado detrás de atentado del 7 de julio del 2005 de Londres y el del 30 de diciembre del 2013 de Volgogrado, además del 11S según la CIA, y 3) que el principal objetivo de Riad es borrar a Irán de la faz de la tierra, y por ello se ha convertido en la segunda importadora de armas del planeta, y ha sobornado a Trump con 110.000.000 dólares para que rompiese el acuerdo nuclear con Irán, es de suponer que algunos atentados perpetrados en el suelo europeo son un mensaje: preparáte para recibir más “cabezas” si no cooperas en la guerra contra Irán.
4.- Policializacion de la vida social: arrebatando los derechos democráticos de los ciudadanos conseguidos tras siglos de batalla. La supuesta “lucha contra el terrorismo” es la nueva coartada para lo que los estados dirigidos por las clases opresoras han venido haciendo desde su existencia: contener y aplastar las demandas de los ciudadanos. Se trata de la Paranoia del Ladrón: La Ley Patriot aprobada por George Bush bajo el pretexto de los atentados del 11Sno es más que la nueva versión de la operación Garden Plot , diseñada en 1968 para “combatir disturbios civiles” a causa de “injusticias sociales” y “las diferencias étnicas” porque podían “debilitar la gobernabilidad”, afirmaba. En 1971 y tras el escándalo de Watergate, el senador Sam Ervin reconoció que la inteligencia militar había establecido un sistema de vigilancia a que no a los políticos delincuentes. Las recientes protestas contra la violenta supremacía blanca (en Ferguson, Los Ángeles, etc.) que obligó al mismísimo presidente Obama a arrodillarse, y la injusticia social (reflejadas en el Movimiento 15-0 de Ocupa Wall Street) han reactivado dichos planes.
Las medidas para contener las protestas sociales, incluyen el uso de torturas, porras y balas o la construcción de más y más cárceles, que no una producción y una distribución justas de los recursos y el respeto a la igualdad real de los ciudadanos, entre otros motivos porque éstas les salen más caras: el costo del despliegue militar y policial para reprimir las protestas del 1968 en EEUU fueron 2,7 millones de dólares ¿Cuánto costaría un programa que palíe la pobreza de 40,6 millones de ciudadanos mientras el 1% de sus compatriotas controla el 38,6% de la riqueza del país?
Nos han pedido que sacrifiquemos nuestras libertades por nuestra propia seguridad: ¡Mentira! Es para mantener su poder. Sin pudor alguno han normalizado la tortura con el eufemismo de “técnicas de extraer la información” y han ehcho que aceptemos la existencia de las cárceles secretas sembradas por Afganistán, Irak, Rumanía, Polonia, etc. El Guantánamo sigue abierto con los seres humanos que un día secuestraron, y ya ni exigimos su cierre.
Pasarán décadas hasta que nos enteremos cuál de los atentado ha sido de “bandera falsa”: Israel reconoció la “Operación Susanna” del 1954 contra Jamal Abdel Nasser, medio siglo después.
En EEUU cada año mueren una media de 33.000 personas a mano de sus compatriotas por arma de fuego. ¿Cuántos han muerto por el “terrorismo islámico”? Si realmente la vida y la seguridad de los ciudadanos importa a sus gobernantes, ¿Cómo no toman ninguna medida para evitar tal pérdida?
En España con el Pacto Antiterrorista y bajo la acusación de “desestabilizar el funcionamiento de las instituciones políticas o las estructuras sociales o económicas del Estado“, se podrá detener a los sindicalistas, feministas o artistas críticos con el poder.
Nuestros gobernantes y sus medios de propaganda, hábiles en usar técnicas psicológicas de difundir miedo, llaman “violencia” a la furia de los indignados por las inadmisibles injusticias: no quieren ciudadanos sino un rebaño de corderos que vaya al matadero dando incluso las gracias a sus verdugos. Los jueces de hoy hubieran mandado a la “prisión permanente revisable” a Espartaco por incitar a los esclavos a rebelarse.
5.- Crear un nuevo campo de negocio
El terrorismo y la lucha contra el terrorismo mueven miles de millones de euros: El Pentágono ha ganado un ingente dinero desde 1978 por entrenar, armar, patrocinar a los yihadistas/rebeldes, incluso por construir miles de escuelas coránicas. El negocio, que incluye mantener y armar a los 300.000 efectivos de la OTAN en Afganistán por ejemplo, es tal que los presidentes de EEUU se retractan de su promesa electoral de salir de este país. El 13 de abril, Trump estalló en esta herida tierra la bomba “semi nuclear” GBU-43, que costó 14.6 millones a los contribuyentes, para ¡” destruir unos túneles de los terroristas”! Los fabricantes de esta bomba de destrucción masiva ya tienen nuevos encargos. Para armar a los “rebeldes sirios” (entre ellos, a los de Al Qaeda) Obama pidió en 2014 unos 367 millones de euros al Congreso. Su administración no sólo utilizaba drones para atacar a los “terroristas” en Yemen y Pakistán, matando a miles de civiles y forzando la huida de otros cientos de miles de sus hogares, sino que autorizó su exportación: los fabricantes ganaron 6.000 millones de dólares.
Otras muestras de esta nueva línea de negocio son: la fabricación de material especial para proteger las centrales nucleares de un posible atentado, aparatos de control de fronteras (a pesar de que la mayoría absoluta de los terroristas en Occidente no vienen de fuera), e incluso bolardos, cuya demanda se ha disparado: en Alemania un 500% en el último semestre del 2017. Entre 2001 y 2014 en EEUU, el 45% de los 73.000 millones de dólares gastados anualmente en las agencias de seguridad interna, ha ido a parar al negocio antiterroristas. El camión-botijo que España compró a Israel en 2013 costó 350.000 euros: ni siquiera ha sido utilizado, afortunadamente.
El acto final de este negocio lo protagonizarán 1) las multinacionales constructoras, atracando las arcas públicas para levantar escuelas y hospitales que destruyeron las compañías de armas y de petróleo previamente, y 2) las ONG, esos mercaderes de caridad modernos.
Un patético escenario que se desmoronaría con una mirada crítica.
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