La versión del toro: desconcierto, espanto y muerte
El Partido Animalista estrena 'Tauromaquia', un documental que retrata la crudeza de las corridas desde el punto de vista del animal
El montaje y la música (elegida y colocada con efectismo) terminan de componer un retablo estremecedor del espanto.
No hay testimonios, ni opiniones de activistas o expertos. Tampoco cámaras ocultas... No hay nada que no se pueda ver en un ruedo cualquiera un día de fiesta.
La estética es taurina e incluso la estructura del filme sigue la de una corrida: tercio de varas, tercio de banderillas... Y, sin embargo, el resultado no se parece a una retransmisión convencional. “Las imágenes no son las que aparecen normalmente en una corrida televisada, pero sí están ahí, todo depende de hacia dónde apuntes la cámara”, explica por teléfono su director, el videoperiodista Jaime Alekos, cuyo objetivo era “retratar al toro como un ser sintiente”.
En 2016 Alekos, de 32 años, ya realizó para PACMA un vídeo de la becerrada de Valmojado (Toledo) que despertó una ola de indignación contra el maltrato animal (incluido un editorial de este periódico). En su nueva pieza, el toro no aparece como una bestia amenazante de 500 kilos, sino como “una criatura que no entiende lo que está pasando, y que desde que pisa la arena se ve atrapado y solo quiere huir del dolor y el miedo”.
La empatía ha guiado su cámara. El cineasta asistió por primera vez en 2014 a una corrida —le habían llevado de niño, pero no lo recordaba— con la intención de grabar a unos activistas que iban a saltar al ruedo. Al final no saltaron, pero Alekos grabó igual, “por curiosidad, ya que estaba allí”. “Al visionar las imágenes en casa me di cuenta de que instintivamente me había fijado en el toro; todos mis encuadres eran del animal... Y allí había muchas cosas que yo no había visto nunca: todas mis referencias visuales de una corrida eran artísticas, antropológicas, folclóricas...”, dice el cineasta. “Tuve claro que ahí había una historia que hacía falta contar”.
Nadie va por morbo
“Lo que pasa en una plaza se puede ver desde dos prismas”, dice Alberto de Jesús, director de Bousalcarrer.com y antiguo banderillero: “Una vez llevé a un amigo a ver a José Tomás: yo salí extasiado y él horrorizado, vimos cosas distintas, yo el arte y él la sangre”. Según este taurino, el aficionado es el último que quiere ver sufrir al toro (“nadie va a la plaza por morboso”), cosa que solo ocurre, añade, cuando el animal es manso: “El toro bravo no sufre, quiere luchar”.“El documental me parece bien, quiero decir, me parece bien para ser de PACMA”, matiza el crítico taurino de EL PAÍS Antonio Lorca. “Muestra una parte de la verdad —aunque tergiversada, en mi opinión— de la fiesta: la más sangrienta, la más desagradable, la menos interesante para todos, sean aficionados o no”. “La fiesta no se basa en el maltrato ni en la tortura, ni el aficionado goza con el sufrimiento de los animales”, continúa el periodista, “la violencia y la sangre forman parte de la fiesta, pero va más allá. Al igual que la gallina vive para poner huevos y hacer un buen caldo, el toro bravo existe para ser lidiado en la plaza. Como aficionado no me considero un torturador; más bien me siento partícipe de una sociedad en la que la lidia es una forma de entender la belleza”.
“Tauromaquia no es un ataque a los taurinos”, explica Alekos. “En ningún momento niego que la tauromaquia pueda ser un arte. De hecho, en el metraje hay partes muy estéticas, aparecen quites, pases de muleta... Pero en paralelo ocurre algo más: el innegable sufrimiento físico y emocional del toro”.
Esa es la clave del documental: poniéndose torero, consigue poner en duda la mística de la bravura del toro y subraya la otra cara de esa belleza. “El debate no es si la tauromaquia es o no arte”, opina Alekos, “sino si en pleno siglo XXI tiene sentido que sea legal un espectáculo donde resulta imprescindible infligir sufrimiento y dar muerte a un animal”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario