Por muy sorprendente que resulte, explicaba Carlota a EL MUNDO el jueves por la tarde, cuando se dirigía a pintar la pancarta que luciría la cabecera del 4-M, no hay ninguna sigla, asociación ni plataforma en concreto tras las movilizaciones feministas de los últimos días. Sólo un grupo heterogéneo de mujeres muy activas, unidas por el hartazgo, envalentonadas sobre todo tras el éxito del 8-M y bien coordinadas a través del teléfono móvil, asegura.Carlota Álvarez tiene 23 años, está haciendo el doctorado tras licenciarse en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, lleva tres años implicada en el movimiento feminista y es una de las 60 mujeres que han gestado el grupo de WhatsApp que ha sido el motor de la multitudinaria manifestación del viernes en Madrid en reacción a la sentencia de La Manada y también de las acciones previas, como la protesta del día de la Comunidad de Madrid o la concentración frente al Ministerio de Justicia la misma tarde que se conoció el veredicto.
Todo arrancó el lunes 23 de abril, al anunciar el Tribunal Superior de Justicia de Navarra que en tres días daría a conocer la sentencia de La Manada. En el ambiente estaba el runrún de que la condena podría no ser tan ejemplarizante como el colectivo deseaba. «Desde varias asambleas feministas de Madrid surgió la preocupación de que la sentencia no fuera satisfactoria», explica Carlota. «Todas tenemos amigas en otros grupos feministas y al darnos cuenta de que estábamos organizando por nuestra cuenta acciones para responder a la sentencia, decidimos coordinarnos en un solo grupo».
Así nació un grupo de WhatsApp al que inicialmente se bautizó como «Juicio a La Manada» y que más tarde cambiaría a «Manifestación 4-M». Entre las primeras integrantes había miembros de la Comisión 8-M -organizó la exitosa movilización del 8 de marzo pasado-, vecinas de Lavapiés o de las asambleas feministas de otros barrios de Madrid. A ellas se fueron sumando otras mujeres sin tanto callo en la lucha feminista, para las que el caso de La Manada ha supuesto el resorte que las ha lanzado al activismo. «Somos un grupo heterogéneo que abarca desde chicas muy jóvenes, compañeras de la ESO incluso, hasta mujeres de setenta y tantos; desde las kellys y mujeres con trabajos precarios hasta intelectuales y escritoras». Es el perfil de las mujeres más implicadas que dibuja Suki, 44 años, también miembro del grupo «Juicio a La Manada», psicóloga de conducta de animales que trabaja como monitora de autodefensa
Minutos después de anunciarse la condena de nueve años por abusos sexuales a los cinco sevillanos, desde el recién creado grupo de WhatsApp se lanzó una convocatoria apresurada para responder esa misma tarde frente al Ministerio de Justicia. No eran más de 60 en el grupo, pero todas estaban conectadas por el móvil y por las redes sociales con otros colectivos feministas que también replicaron la iniciativa, de modo que se expandió velozmente: 10.000 personas, según la Policía, 50.000 según las convocantes, acudieron al reclamo en Madrid. Iniciativas similares y con el mismo modus operandi tuvieron réplica en otras ciudades.
A este tejido social hilado en un suspiro a golpe de clic en el móvil, Paula Sanz, que tiene 59 años y no se mueve muy bien en las redes sociales, prefiere llamarlo «urdimbre», que es el término que se usa en su profesión, la Psicología.
Paula formaba parte del colectivo de Moratalaz MujerONas -estos días están volcadas en feminizar el callejero de este distrito madrileño, que sólo tiene una calle con nombre de mujer-, pero nunca se había implicado en la organización de eventos de la magnitud de las últimas protestas feministas. A través de las redes sociales se enteró de otra iniciativa lanzada tras la sentencia por las 60 del WhatsApp: una asamblea abierta a todas las mujeres, convocada el sábado 28 de abril en una plaza de Lavapiés para concretar más acciones.
Pese a que era puente, se dieron cita 150-200 mujeres. Paula acudió sola. Allí se acordó la protesta del 2 de mayo -tomaron la Puerta del Sol en plena celebración por el día de la Comunidad de Madrid- y la manifestación del viernes. Ella decidió implicarse en el segundo evento y así acabó siendo uno de los eslabones del cordón que protegió la cabecera del 4-M y voz autorizada para atender a la prensa. «Yo estoy maravillada», dice, «me abruman un poco los grupos de WhatsApp, pero también nos reunimos presencialmente y ahí veo a muchas jóvenes con ganas, imaginación y recursos. Dentro de la rabia, veo que no estamos solas y eso emociona».
Para cuando Paula entró en acción, al grupo original de WhatsApp se le añadieron otros cuatro sectoriales, creados para preparar el 4-M y formados por unas 20 mujeres cada uno: organización de la manifestación, contenidos (para elaborar el manifiesto), comunicación (internet, prensa...) y diseño del recorrido.
Carlota Ortega, de 24 años, psicóloga, ha formado parte del grupo del manifiesto. Como Paula, se alistó en la asamblea de Lavapiés. «Tenemos mucha fuerza y está muy caldeado el ambiente, seguiremos todas a una hasta que sintamos que podemos salir a la calle seguras, hasta que dejemos de cuestionar a las víctimas...», dice.
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