El papa Francisco ha denunciado que hay más de 40 millones de esclavos en el mundo, hombres mujeres y niños; lo ha hecho en el Foro Internacional sobre Esclavitud Moderna que se celebra en Buenos Aires. "Si vivieran en una única ciudad sería la más grande megalópolis de nuestro planeta". Añadió el Padre Santo: "Ante esto no podemos hacernos los distraídos". El Pontífice, el jesuita, el papa negro, de apellido sardo, se crió entre pibes sin guita, en el barrio de Flores; aprendió a bailar tangos con su mina adolescente; luego fue cura luchador y al llegar al papado los atorrantes de la iglesia reaccionaria -algunos de España- le han acusado de rojo. También le critican por recibir muchas veces a Cristina Fernández de Kirchner, por enviar rosarios a piqueteras presas y por lavar los pies a los que están en la cana.
El Papa jesuita está del lado de los náufragos y forma parte de la triada mítica de la gloriosa Argentina junto a la reina de Holanda y el mejor jugador de todos los tiempos. Parece que no estaba en el secreto como los cardenales chantas y cree en Dios. Aquí en España le aplauden, a veces, el europeronista Errejón, entre Laclau y Gramsci, y Pablo Iglesias, que como un monaguillo del padre Llanos, dijo en Buenos Aires que Podemos tiene rasgos peronistas.
El papa Francisco lleva ya cinco años luchando contra la nueva esclavitud, y sobre todo contra la Iglesia pánico, aquella que nos enviaba frailes cadavéricos para ponernos el potaje de vigilia en la boca. ¿No va a pedir perdón el Vaticano por aquellos ejercicios espirituales -precisamente de san Ignacio- en los que nos decían que si nos hacíamos una paja se nos licuaba el espinazo e íbamos a estar toda la eternidad asándonos en el infierno? Deberían pedir perdón después de que el Papa haya dicho que no hay infierno. Francisco ha comprendido que es imposible aguantar la eternidad si no sabemos qué hacer en un fin de semana. No sólo se sabe a Gardel, sino a William Blake que escribió: "De la misma forma que la oruga pone sus huevos en las hojas más bonitas, el cura coloca sus maldiciones entre los gozos más excelsos". El infierno es ficción del género negro. Pero aún así, cuando Dante llega al infierno acompañado de Virgilio, encuentra papas y cardenales.
Lo dijo Polibio: "El infierno es inútil para los sabios, pero necesario para la plebe insensata". Los poetas latinos se burlaron del infierno, de Plutón, del perro de tres cabezas. Voltaire asegura: "Los santos padres no creyeron en la eternidad del infierno; les pareció absurdo que estuviera quemándose durante toda la eternidad un pobre hombre por haber robado una cabra".
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