¿HÉROE O VILLANO?

¿HÉROE O VILLANO?

jueves, mayo 17, 2018

EL FRANCHUTE QUE TOMA MATE COMO GARDEL Y JUEGA CASI COMO MESSI

Griezmann, el príncipe de Maquiavelo

LIBRE DIRECTO

Antoine Griezmann celebra su segundo gol ante el Olympique de Marsella. MARISCALEFE
La existencia del Atlético es el arte de lo irreverente: en un entorno estético, a veces hasta el absurdo, impone el trazo grueso. El absurdo lo representó el OM, con un error impropio de la élite, al hacer dogma de la salida de balón. Es tan elogiable madurar en esa línea como suicida persistir sin los futbolistas adecuados, sobre todo en una final. Decía Zubizarreta, actualmente al frente de la dirección deportiva del club francés, que es una utopía jugar como el Barça, cuyo fútbol admira Rudi García. Esa utopía convirtió en utópico el título muy pronto. Anguissa no es Busquets.
En una Liga que presume de estilo, Simeone ha sido Maquiavelo: el fin justifica los medios. El torneo que tanto se publicita con el argumento de que es el que mejor juego ofrece, el Atlético construido por el argentino, segundo este curso, lo ganó a contraestilo, con un modelo que no está basado en la posesión y la continuidad, sino en el juego de los instantes. La final de Lyon, dominada por el OM hasta el error compartido de Mandanda y Anguissa, es una metáfora de la existencia rojiblanca: una vez mata, se desata.
El Maquiavelo rojiblanco tiene su propio príncipe de rostro aniñado, pero no es el Niño. Es Griezmann. En una entrevista concedida a Le Parisiene durante la pasada Eurocopa, el delantero era cuestionado insistentemente acerca del juego de su club. Sin rubor, contestaba: "Es sencillo: apretamos arriba, marcamos y a correr. Ça marche!" La final reprodujo sus palabras, puesto que el gol llegó como producto de la presión alta en busca del fallo ajeno. Hasta entonces, el Atlético no jugó, simplemente resistió. En realidad, se siente a más a gusto en lo segundo que en lo primero, hecho que explica los problemas que en ocasiones atraviesa en su estadio, cuando se ve obligado a tomar la iniciativa. El tanto, unido a la lesión de Payet, hundió a un OM que quiere volver a la élite, y se encuentra en el camino, pero al que le faltan millas y la calidad que decide las finales. Germain se encontró en una situación, en los primeros minutos, que Griezmann no habría fallado, al menos no el Griezmann de Lyon. Fácil en la primera definición y sutil en la segunda, en ambas tuvo la frialdad de un jugador hors catégorie.
La final pudo ser el último partido europeo de Griezmann como rojiblanco. Si es de ese modo, habrá realizado un gran servicio en el desenlace de una temporada estratégica para el club, por el traslado al Metropolitano, y que se inició entre equívocos del francés y pitos del respetable. También fue el último de Torres, un estandarte del club, que lo sustituyó y levantó la copa. Cerrarla con un título es una forma de llevar este presente al futuro para un club que lo tiene todo, aunque no tenga juego.

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