Pocas horas después de las elecciones en Catalunya, había ya dirigentes de ERC preguntándose cómo era posible que fuera más rentable en número de votos la huida de Carles Puigdemont frente al sacrificio carcelario de Oriol Junqueras. Sorprende que aún haya casos en los que salir por patas reciba mayor premio que apechugar, ser coherente y no renunciar a tus principios bajo ningún concepto. Pero así fue.
Desde el primer momento, dio la sensación de que los miembros de ERC, con su líder en una celda y con menos votos que el PDECat, andaban algo noqueados. Puigdemont también se debió de dar cuenta, porque creo que está tratando muy mal a sus anteriores socios y ellos se han dejado avasallar. Por ejemplo, Gabriel Rufián pasó de decir que no se puede tener un presidente por Skype a decir que su candidato era –sin matices– el líder de Junts per Catalunya.
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