¿HÉROE O VILLANO?

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domingo, enero 14, 2018

Antonio di Benedetto: un secreto que descubrir

Un fotograma de 'Zama', de Lucrecia Martel.
La versión cinematográfica de 'Zama', de Lucrecia Martel, propicia la recuperación de la 'Trilogía de la espera'.
el 24 de marzo de 1976, militares argentinos irrumpieron en el despacho de Antonio di Benedetto, subdirector del diario Los Andes en su Mendoza natal, y se lo llevaron preso. Nunca se presentaron cargos en su contra, y ése -dijo- fue su mayor dolor. Durante 17 meses estuvo desaparecido. En cuatro ocasiones sufrió simulacros de fusilamiento, fue torturado y apaleado, conservando por ello heridas en la cabeza y padeciendo brotes de amnesia.
Nieto de italianos e hijo de una brasileña de origen siciliano, nacido el Día de Difuntos de 1922, Di Benedetto, cuando su detención por la Junta Militar, tenía 53 años. Se había presentado a unas elecciones por el Partido Socialista, era antiperonista, pero no era un activista. Era un liberal-progresista, comprometido con la búsqueda de la verdad en su oficio, que, tras unos estudios inacabados de Derecho, había trabajado desde 1950 en Los Andes, viajando por medio mundo como reportero y como crítico cultural, lo que le trajo al Festival de Cine de San Sebastián en 1963. En Escritos periodísticos 1943-1986, también publicado por Adriana Hidalgo, se recogen sus colaboraciones en prensa.
Para el momento de su detención, Di Benedetto había recibido importantes distinciones nacionales e internacionales y era un cuentista y un novelista reputado, si bien su esquinamiento en Mendoza, lejos de Buenos Aires, y la enorme exigencia formal de su escritura no le habían abierto el camino a los grandes públicos.
Tras debutar en 1953 con los cuentos de Mundo animal -los bichos están muy presentes en su obra- y, antes de aquel infausto día de 1976, Di Benedetto ya había publicado la práctica totalidad de su crucial conjunto novelístico. Se considera que El pentágono (1955) es, por su singular estructura, el antecedente inspirador de Rayuela (1963), de Julio Cortázar. Di Benedetto, tanto por su cautiverio, su consiguiente derrumbamiento psicológico y su penoso exilio como por la originalidad y peculiaridad de su escritura, quedó fuera de las relampagueantes luces del llamado boom latinoamericano, siendo para muchos un autor muy superior a varios de los narradores catapultados por el hervor de aquel fenómeno editorial.
«A las víctimas de la espera», reza la dedicatoria de Zama (1956), su gran obra maestra. El tema (dramático) de la espera -que no de la esperanza- unifica Zama con El silenciero (1964) y Los suicidas (1969), tres novelas deslumbrantes que, aunque no habían sido concebidas como tríptico, han sido publicadas por la argentina Adriana Hidalgo y por la española El Aleph en un solo volumen denominado Trilogía de la espera.
El estreno -inminente en España- de la excelente versión cinematográfica de Zama, a cargo de Lucrecia Martel, ha propiciado una enésima edición de la novela. En una ciudad costera de Paraguay, en el virreinato de La Plata, a fines del siglo XVIII, el asesor letrado Diego de Zama, lejos de su mujer, espera durante nueve años la llegada de una carta que le catapulte a un cargo de más alta categoría, le redima de su precariedad económica y le acerque a su familia. Mientras tanto, con vacilaciones y cinismos, se ve envuelto en pendencias y líos amorosos que degradan todavía más su situación.
En Zama está la cumbre de esa escritura conceptista, despojada, económica, implacable, punzante, precisa y realista próxima a lo extraño -y no exenta de humor- que, con esos y otros adjetivos, asombró a Borges, a Cortázar, a Piglia, a Saer y, entre otros -ha sido traducida a varios idiomas-, al Nobel J. M. Coetzee.
Pese a otros intentos de ilustres colegas argentinos y latinoamericanos, parece ser que fue una carta de otro Nobel, Heinrich Böll, al dictador Jorge Videla la que facilitó la liberación, el 4 de setiembre de 1977, de un Di Benedetto maltrecho por fuera y roto por dentro.
Después de un breve paso por Francia, Di Benedetto malvivió su exilio en Madrid entre 1978 y 1984, año en el que, caída la dictadura, regresó a Argentina (a Buenos Aires) para morir de un derrame cerebral en 1986. Casado y con una hija, el chileno Roberto Bolaño, entonces muy joven, su admirador y acaso su discípulo, estuvo en contacto con él desde Gerona y evocó detalladamente su difícil supervivencia -se presentaba aquí a concursos literarios provinciales para ganar unas pesetas- en un cuento titulado Sensini, incluido en su primer libro Llamadas telefónicas (1997).
Sus Cuentos completos (2006) son una joya. Adaptado otras veces al cine y guionista eventual, Di Benedetto no pudo ver la muy notable y premiada versión cinematográfica que Fernando Spiner hizo de uno de sus mejores relatos: Aballay (2010).

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