Los militantes del PSOE rompen el discurso de la victoria de Susana Díaz
Las primarias del PSOE tenían dos asaltos. El
primero se dilucidaba a golpe de avales. El segundo, con votos en la
urna. En el primero, Susana Díaz aspiraba a dejar a Pedro
Sánchez tendido en la lona, muy tocado de cara al duelo definitivo.
Preferiblemente, con una ceja partida y la cara entumecida por los
primeros golpes. Era imprescindible que los militantes del PSOE supieran
que el resultado de las primarias estaba cantado. Cualquier resistencia
era fútil y hasta contraproducente para el futuro del partido.
Así había ganado Díaz las primarias del PSOE andaluz, recogiendo un
número de avales equivalente a la mitad de los militantes del partido en
Andalucía. Ahora no podía llegar a tanto a nivel nacional, pero sí
dejar claro su poder, no que era la favorita, sino que su victoria era
el único resultado posible.
Fracasó. Ganó la batalla de los avales gracias a su
inmenso dominio del partido en su comunidad, pero sólo sacó algo más de
5.000 votos a Sánchez en toda España. Lo dio todo en Andalucía, donde
consiguió una cifra espectacular (el 59% de los militantes totales). No
fue suficiente.
Los miembros del partido desfilaron
como un ejército por las agrupaciones bajo la mirada atenta de los jefes
o firmaron en la línea de puntos cuando la persona adecuada se les
acercó con un papel en las manos. Escenas parecidas se vivieron en
las comunidades en que los líderes apoyan por completo a Díaz y no
disimulan su desprecio por Sánchez. No le llaman el aparato por nada.
El mapa de los avales por comunidades autónomas muestra un
resultado que no es horrible para Díaz e incluso se puede decir que
está algo por encima de lo previsible. Lo que estaba fuera del manual de
la gestora es la cifra obtenida por Sánchez. Su victoria en diez CCAA
(frente a las seis de Díaz). El 49% de avales sobre el total de
militantes recibido en la Comunidad Valenciana, que cuenta con 16.000
militantes. El 40% en Asturias, gobernada por uno de sus rivales, que
resulta ser presidente de la gestora. El 36% en Castilla La Mancha,
también en territorio enemigo (una Comunidad en la
que casi ya no quedan votos por disputar). El 32% en Cataluña, una
cifra menos llamativa, pero que reluce comparada con el 5% de Díaz.
Lo de Cataluña llama la atención. Un 63% ha decidido no avalar a
ninguno de los dos principales contendientes. Es obvio que no hay tanto
entusiasmo como en el resto del país. Eso no quiere decir que no vayan a
votar cuando pongan las urnas. El PSC tiene 19.000 militantes, y no es
aventurado afirmar que Susana Díaz lo tiene difícil allí para ampliar
sus apoyos. No si anda diciendo que es Cataluña es "una realidad nacional", nada del otro mundo porque es "igual que Andalucía, que es una realidad nacional, como dice nuestro Estatuto".
La campaña de Sánchez se había curado en salud con el argumento de que
la cifra de avales que consiguiera Díaz sería su techo. El aparato no
iba a dejar ninguna agrupación sin rastrear en los sitios en que pudiera
hacerlo. La interpretación podía parecer una forma de vender una
previsible derrota. Pero los datos de los avales conceden credibilidad a
esa teoría.
Por el contrario, el sector oficial
cometió un error de principiante en política: equivocarse en gestionar
el juego de las expectativas. En sus contactos con los medios de
comunicación, incluida la prensa de derechas que
anhela su victoria, se mostraban seguros de una victoria arrolladora en
esta primera disputa. Era su forma de desdeñar las informaciones que
destacaban que estaban asistiendo más personas a los mítines de Sánchez
que a los de Díaz, no con una diferencia abrumadora, pero sí evidente.
Díaz era fuerte donde quería ser fuerte. Reuniendo a la plana mayor del
partido desde los años 80, incluidos aquellos que no se hablan desde
hace años. Asegurándose de que los barones regionales que están con ella
hicieran los deberes. Dando por hecho que ella iba a ganar y que ya se
veía como candidata a la Presidencia del Gobierno frente a Rajoy.
El discurso de la victoria ineludible se convirtió al final en un
simple pronóstico que los números no garantizan. Los partidarios de Díaz
sufrieron tal shock que lo único que se les ocurrió decir fue que la
campaña de Sánchez tenía que haber inflado sus cifras de avales. El
comienzo del proceso de verificación de los avales, que se reanudará en
la mañana del viernes, no confirmó ese grito desesperado de los
primarias iban a terminar antes de que se abriera una sola urna.
El número de avales tiene otra lectura que también beneficia a Sánchez.
Confirma que es el candidato insurgente frente al poder establecido en
el partido después del golpe de mano del Comité Federal. El que viene
desde atrás porque los barones regionales le han abandonado, incluidos
aquellos que estaban con él hasta hace unos meses. El político que dirá a
los avalistas de Patxi López que si continúan con su hombre estarán
entregando la victoria a Díaz. El candidato que utiliza el último
ejemplo de corrupción en las altas esferas del PP para confirmar que la
abstención dictada por Díaz, Vara, Page, Fernández y Lambán fue un error
histórico. El tipo que sabe que está solo y cuyo destino se
encuentra en manos de los militantes, no en las de Felipe González, José
Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba.
Susana Díaz se ha quedado sin su coronación antes de tiempo. Pedro
Sánchez no ha ganado ya las primarias, pero está donde quería estar.
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