La mirada moral
(Imagen: Bernardino Avila)
La
capacidad humana para hacer el mal y la incapacidad de la justicia para
castigarla forman parte de un dilatado problema moral. Peor aún: la
justicia no solo no castiga la maldad, es parte de ella. El problema
moral se transforma en escándalo. Cuando lo justo se complica con lo
injusto-atroz se torna cómplice de la injusticia. Esa complicidad es
escandalosa porque trastoca el orden de la sociedad, su misma esencia,
su razón de ser.
Si, de un modo poco frecuente, se ha logrado justicia contra criminales, ¿qué castigo merece el que aliviana esas penas y prepara el camino de su desvanecimiento, del perdón de los que fueron hallados culpables porque lo eran? ¿Por qué lo eran? ¿Qué hace de alguien un culpable?
Hay una culpa fundante. El que a la pregunta: hay o no hay que matar, responde matando es culpable, aun cuando mate ejecutando órdenes. Matar es el mal.
La presencia del mal sobre la tierra triunfa en estos momentos. Se mata en todos lados. Se mata en nombre de valores, religiosos o seculares. El saqueo, el interés mercantil alimentan las guerras. Cada vez más peligrosas y destructivas. El mundo puede astillarse gravemente a manos del poder nuclear.
Los espacios de libertad se desvanecen. El conflicto bélico –en sus diferentes modalidades– detenta la hegemonía histórico política. Quienes trabajan desde la justicia para absolver a los verdugos lo hacen porque no los consideran así. Han hecho la tarea. Estamos aquí por su sacrificio.
¿Es culpable el que reduce –en camino de su disolución– las penas de los que mataron ayer? Decididamente sí. Vuelven a matar a las víctimas. Que murieron primero por las armas. Ahora en los salones de la justicia. ¿Con qué ojos se miran los que absuelven lo imperdonable? ¿Hay una mirada moral? Dios es invocado por muchos. Nuestro tiempo no es el de la ausencia de Dios. Es el de su excesiva presencia.
Sin embargo, aunque lo invoquen de modo incesante, Dios no está. Ivan Karamasov decía Si Dios no existe todo está permitido. Y es así. Que nadie se pregunte qué piensan los jueces de sus actos. Piensan eso, hay un dios ausente, no hay quien pueda juzgarnos. Dormiremos tranquilos. Se llega a la impunidad, que desconoce toda sanción. Un piloto norteamericano que tiró la bomba sobre Hiroshima dijo: “Dormiré tranquilo hasta el último de mis días”. Su mirada interna era ésa y lo liberaba de culpa. La moral la crean los intereses económico-políticos.
Hay un adoctrinamiento y se logra por la tarea del poder mediático. Se adoctrinará diciendo estos hombres merecen el 2x1, la justicia rige para todos. Se dicta ahora porque creen que hoy es posible. Que no lo sea depende de los enemigos de la muerte. Ellos dan testimonio contra el mal.
Un personaje de un film de Allen, que mandó asesinar a una persona, dice: Yo no creo en un Dios que me pueda juzgar, en consecuencia me creo impune. Y menos me juzgará mi mirada interior porque mi mirada no es condenatoria. Mi mirada me absuelve.
Si, de un modo poco frecuente, se ha logrado justicia contra criminales, ¿qué castigo merece el que aliviana esas penas y prepara el camino de su desvanecimiento, del perdón de los que fueron hallados culpables porque lo eran? ¿Por qué lo eran? ¿Qué hace de alguien un culpable?
Hay una culpa fundante. El que a la pregunta: hay o no hay que matar, responde matando es culpable, aun cuando mate ejecutando órdenes. Matar es el mal.
La presencia del mal sobre la tierra triunfa en estos momentos. Se mata en todos lados. Se mata en nombre de valores, religiosos o seculares. El saqueo, el interés mercantil alimentan las guerras. Cada vez más peligrosas y destructivas. El mundo puede astillarse gravemente a manos del poder nuclear.
Los espacios de libertad se desvanecen. El conflicto bélico –en sus diferentes modalidades– detenta la hegemonía histórico política. Quienes trabajan desde la justicia para absolver a los verdugos lo hacen porque no los consideran así. Han hecho la tarea. Estamos aquí por su sacrificio.
¿Es culpable el que reduce –en camino de su disolución– las penas de los que mataron ayer? Decididamente sí. Vuelven a matar a las víctimas. Que murieron primero por las armas. Ahora en los salones de la justicia. ¿Con qué ojos se miran los que absuelven lo imperdonable? ¿Hay una mirada moral? Dios es invocado por muchos. Nuestro tiempo no es el de la ausencia de Dios. Es el de su excesiva presencia.
Sin embargo, aunque lo invoquen de modo incesante, Dios no está. Ivan Karamasov decía Si Dios no existe todo está permitido. Y es así. Que nadie se pregunte qué piensan los jueces de sus actos. Piensan eso, hay un dios ausente, no hay quien pueda juzgarnos. Dormiremos tranquilos. Se llega a la impunidad, que desconoce toda sanción. Un piloto norteamericano que tiró la bomba sobre Hiroshima dijo: “Dormiré tranquilo hasta el último de mis días”. Su mirada interna era ésa y lo liberaba de culpa. La moral la crean los intereses económico-políticos.
Hay un adoctrinamiento y se logra por la tarea del poder mediático. Se adoctrinará diciendo estos hombres merecen el 2x1, la justicia rige para todos. Se dicta ahora porque creen que hoy es posible. Que no lo sea depende de los enemigos de la muerte. Ellos dan testimonio contra el mal.
Un personaje de un film de Allen, que mandó asesinar a una persona, dice: Yo no creo en un Dios que me pueda juzgar, en consecuencia me creo impune. Y menos me juzgará mi mirada interior porque mi mirada no es condenatoria. Mi mirada me absuelve.
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