No hay nada que hacerle: el fútbol se globalizó
Nosotros entramos y Alemania salió. Se han propagado y equiparado saberes y tácticas.
El alemanán Toni Kroos deja la cancha derrotado. En segundo plano, Corea del Sur festeja. (Foto: AFP)
¡Qué dulce es ganar y qué difícil aprender de las derrotas! Pero el que aprende ahí sí que puede ganar. El sufrimiento por los resultados no es enteramente nuestro. Este miércoles detonó la máxima bomba del Mundial: Corea del Sur eliminó al defensor del título, Alemania, que nunca se había ido en primera ronda.
El fútbol da sorpresas, emoción y dramatismo. No hay acá una Holanda del ‘74 que juegue de manera diferente. La revolución ya se hizo y la globalización propagó y equiparó saberes y tácticas.
Hay una paridad: los mejores ganan por poco o pierden, como Alemania insólitamente afuera y demasiado temprano.
Mario Gomez no lo puede creer. El campeón del mundo se va del Mundial en la primera ronda. (Foto: AFP)
La eliminación tuvo en Clarin.com más lectores simultáneos que la clasificación de la Argentina. Alcanzó, poco después de las 13, más de 68.000 concurrentes. La victoria ante Nigeria había tenido 67.000, a las 17. La desgracia magnetiza.
Viendo lo que les pasó a otros, no nos fue tan mal. Brasil iba 0-0 con Costa Rica a los 90’ y recién la doblegó en el descuento. Igual Inglaterra: Kane dio vuelta un empate con Túnez que parecía asegurado. Uruguay venció a Egipto con un cabezazo a un minuto del final. Ocho partidos definidos sobre la hora: otra prueba del equilibrio globalizado.
A todos les está costando una enormidad superar a equipos que antes eran un trámite. Irán exigió a España, que sólo le ganó 1-0 y empató 1-1 con Portugal. Asiáticos, africanos, centroamericanos ya no van a los torneos a hacer un paseo de lujo.
De las 32 selecciones del Mundial, 12 son dirigidas por técnicos extranjeros. Juegan seguido contra las potencias, intercambian información, estudian a fondo a sus rivales, ensayan tácticas: no se dejan sorprender.
Y la globalización de los jugadores es más amplia aún. Sólo uno de los 23 del plantel islandés juega en su país: el resto lo hace en ligas más fuertes. Pasa lo mismo con marroquíes: Benatia en la Juventus y Hakimi en el Real Madrid. Arabia Saudita tiene tres en España: Alshehri, Aldawsari y Almuwallad.
Salah es estrella en el Liverpool y hay otros cinco egipcios en la Premier. Siete de los australianos también juegan en Inglaterra, dos en Alemania y uno en Suiza. Croacia tiene a sus tres principales figuras en lo más alto: Modric en el Real, Rakitic en el Barcelona y Mandzukic en la Juventus.
Ivan Rakitic y Luka Modric brillan en Barcelona y Real Madrid.
El equipo de Senegal íntegro juega fuera de casa. Todos se curten entre los más poderosos. El Mundial se pone cada vez más difícil.
Esa complejidad no disculpa o sólo en parte disculpa las dificultades argentinas: provienen menos de las virtudes de los rivales que de las flaquezas propias. Dirigencia, organización, preparación y planificación. Sampaoli ha escrito que rechaza o desconfía de la planificación porque planificar es de oficinistas.
Hay un relato que no es el de los partidos y el relato también son imágenes. Como la de Maradona que sigue mostrando al mundo cómo somos. Lo dramatizó desde su palco. Dramatizamos porque el fútbol no es tanto un juego sino la propia imagen del país. Si perdemos nos sentimos más pobres.
Diego Maradona, desatado en San Petersburgo, un reflejo de los argentinos. (Foto: AFP)
Maradona pide a los jugadores que pongan huevos que es como decir que no ponen o que no ponen lo suficiente. Lejos de ayudar, complica: con eso queremos reemplazar técnica, sentido colectivo, desequilibrio individual. Pedimos rebeldía para que se salgan del libreto si el libreto no funciona. Pero ¿cómo salirse de un libreto si no tenemos libreto
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