La obsesión calabresa por los círculos secretos
La ‘Ndrangheta, la Mafia más estricta
con las jerarquías, se ha ido mezclando con la masonería ilegal y ha
creado niveles de poder cada vez más exclusivos
Domingo 12 de febrero de 2017
“hoy los políticos van a casa de los capos a pedir votos a cambio de contratos públicos”, dice el fiscal nicola gratteri
La ‘Ndrangheta, como Cosa Nostra en Sicilia, no aspiró durante décadas a tanto, las tramas de los despachos escapaban a sus posibilidades. Se conformaba con los intermediarios. A finales de los años sesenta, vivía de la extorsión, los secuestros y el contrabando de tabaco. Pero con las grandes inversiones públicas en infraestructuras que llegaron en los años posteriores entraron en la construcción y la industria. En los setenta los capos más poderosos se codeaban con peces gordos y se hicieron masones. Comenzaron a ponerse capucha y a asistir a reuniones secretas, pero no todos. Era una élite mafiosa sin que el resto de sus colegas lo supiera, aunque se rumoreaba, lo que les hacía aún más temidos. Pero hay otro matiz en el matiz: las logias oficiales, contempladas por la ley, eran para los pardillos, las realmente influyentes eran las ilegales o “desviadas”, como dicen en Italia.
En la ‘Ndrangheta decidieron llamar La Santa a este club vip, un círculo superior mucho más exclusivo. A los santistas se les permitía esta doble afiliación, y así entraron en lo que en Italia se llama “la habitación de los botones”, una cámara secretísima donde controlan todo, pero de verdad, no como los Gobiernos elegidos democráticamente. Es decir, penetraban en la gestión sucia del poder con políticos, banqueros, empresarios, magistrados y profesiones liberales. De este modo, los criminales se quitaron de encima la subordinación respecto a la política y la masonería, hasta entonces la correa de transmisión con las instituciones y, claro está, se llevaban comisión por ello. Estos contubernios eran una cosa muy de los años de plomo, de la Guerra Fría, llenos de servicios secretos y conspiraciones. No solo era por dinero, había cierta ideología. Por eso aparece la Mafia en el intento de golpe de Estado fascista de Junio Valerio Borghese en 1970 y, por ejemplo, la ‘Ndrangheta acoge y ayuda a terroristas de extrema derecha, como Pierluigi Concutelli y Franco Freda. Son los años de Licio Gelli, siniestro gran maestre de la logia ilegal P2, descubierta en 1981 con casi 1.000 inscritos, entre ellos 44 parlamentarios, toda la cúpula de los servicios secretos, 22 generales, magistrados, periodistas… y un tal Berlusconi.
con la ‘Ndrangheta ahora convertida en gran multinacional de la droga, la situación no ha hecho más que evolucionar a peor
El pasado verano una nueva investigación descubrió un círculo superior todavía más arriba, los llamados Invisibles. Uno de los interrogados fue el gran maestre que dirigió el Grande Oriente d’Italia entre 1990 y 1993, Giuliano Di Bernardo. Contó una inquietante conversación que mantuvo en 1993, tras la apertura de una investigación en Calabria que desvelaba la infiltración mafiosa en la masonería. Le preguntó a su número dos, que era calabrés, si aquello era cierto. Le contestó que, así a ojo, de las 32 logias de la región, al menos 28 estaban controladas por la ‘Ndrangheta. “¿Y qué piensas hacer ante este desastre?”, le inquirió alarmado. “Nada”, respondió el otro. Temía por su vida y por la de su familia. Di Bernardo dimitió y fundó otra facción, la Gran Logia Regular de Italia, y a seguir haciendo circulitos. Otro pasaje interesante de ese sumario es una conversación grabada a un viejo capo calabrés, Pantaleone Mancuso, Tío Luni, que decía en 2012: “La ‘Ndrangheta ya no existe, ha quedado la masonería. ¡Hay que modernizarse! Hoy la llaman masonería, mañana P4, P6, P9…”. Siempre pendientes del último modelo, y ya no saben ni cómo llamarlo, agotan los nombres. En otra escucha de 2013, otro mafioso confiaba a su interlocutor: “Hay otra cosa que no la saben ni ellos, aquí en Reggio los que cuentan son seis, siete en total, el coso este es de siete”. El coso, ya ven. No es ni cosa nostra, es un coso, una deformación coloquial en italiano de la palabra cosa para hablar de algo aún más inconcreto que una cosa o de lo que no se sabe el nombre.
Hablando de la P2, el último juicio pendiente, hasta la fecha, terminó en nada hace dos meses. Era el segundo proceso sobre el asesinato de Roberto Calvi, el banquero que apareció colgado bajo un puente de Londres en 1982 en el escándalo del IOR, el banco vaticano en el que la Mafia y la masonería ilegal blanqueaban su dinero. El argumento de El Padrino III, para entendernos. La sentencia absolvió a los sospechosos, pero contenía una significativa declaración de impotencia del tribunal: “El esfuerzo del fiscal entrega una hipótesis histórica del asesinato difícilmente superable. Una parte del Vaticano, pero no todo el Vaticano; una parte de Cosa Nostra, pero no toda Cosa Nostra; una parte de la masonería, pero no toda la masonería (…) han malgastado capitales de origen mafioso. Más no ha sido posible hacer”.
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