El premier japonés fue el primer líder en visitar a Trump en Estados Unidos
Golf, decreto, migración y terrorismo
Trump
afirmó que podría firmar una nueva orden para lograr el mismo propósito
que el decreto vetado, pero con una base legal más fuerte. Mientras se
comprometió a seguir luchando por la orden original, indicó que no
esperaría para tomar medidas
Trump y Abe jugaron al golf en el club privado que el presidente posee en el estado de Florida.
Tras
anunciar el viernes que la semana que viene presentará nuevas medidas
de seguridad con la intención de impedir que los “terroristas” entren a
Estados Unidos y de replantearse su estrategia acerca de solicitar a la
Corte Suprema que restablezca su veto temporal a la entrada de
refugiados y ciudadanos de siete países musulmanes, el presidente
estadounidense Donald Trump, jugó ayer al un partido de golf junto al
primer ministro japonés, Shinzo Abe.
El partido se realizó en el complejo que posee el presidente de Estados Unidos en Florida y al que no tuvo acceso la prensa. Trump publicó una foto en las redes sociales que muestra a ambos en el campo de golf haciendo el gesto de celebración “high five” (chocar los cinco). Un periodista del diario The Washington Post informó que debieron permanecer en una sala con las puertas y las ventanas selladas con un plástico negro que les impedía ver el exterior. Asimismo, los fotógrafos recibieron instrucciones de no sacar fotos dentro de las instalaciones del club privado.
El jefe de gobierno nipón fue el primer líder extranjero en reunirse con Trump días después de las elecciones de noviembre en las que resultó ganador. Ayer se reencontraron para hablar de la posición de Estados Unidos en Asia, una cuestión sobre la que el presidente estadounidense dio un giro radical en las últimas horas. Tras reunirse en la Casa Blanca, ambos viajaron juntos el viernes a bordo del Air Force One de Washington a Florida (sureste) para continuar sus conversaciones y enfrentarse en los greens del Club de Golf Internacional Trump de West Palm Beach. Trump ya había pasado el fin de semana anterior en su complejo Mar-a-Lago, que el presidente y su entorno rebautizaron extraoficialmente como “Casa Blanca de invierno”. Al igual que hace una semana, cerca de las instalaciones se congregaron varias decenas de personas para protestar contra Trump.
Tras el encuentro entre ambos en Washington, Trump llamó a una relación más estrecha con Japón y afirmó gozar de una “gran amistad” con Abe. “Tenemos una muy, muy buena relación, una muy, muy buena química. Les avisaré si eso cambia, pero no creo que suceda. (Japón) es un aliado muy importante y firme”, dijo el mandatario estadounidense durante la conferencia de prensa.
El primer ministro japonés, quien ya reconoció que las destrezas del mandatario estadounidense con los palos son mejores que las suyas, avanzó que la partida le serviría para tener tiempo de hablar con Trump sobre el futuro del mundo y el futuro de la región. Esta cita deportiva tiene un significado particular para Abe, ya que hace más de medio siglo su abuelo Nobusuke Kishi, entonces primer ministro, compartió su afición por el golf con el presidente estadounidense de la época, Dwight Eisenhower. Ningún gobernante pasó tanto tiempo con Trump como Abe desde que el magnate ganó los comicios de noviembre. La primera vez se vieron en la Trump Tower de Nueva York a los pocos días de la victoria presidencial. El viernes compartieron jornada de trabajo en la Casa Blanca, viaje y cena en Florida.
Un día después de que un panel de tres jueces (dos demócratas y uno republicano) del Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito, con sede en San Francisco (California), rechazara por unanimidad que el bloqueo al veto ponga en peligro al país, Trump afirmó que podría firmar una nueva orden para lograr el mismo propósito pero con una base legal más fuerte. Mientras se comprometió a seguir luchando por la orden original en el tribunal, indicó que no esperaría a que termine el proceso judicial para tomar medidas. “Ganaremos esa batalla”, dijo a periodistas en el Air Force One mientras viajaba a Florida. Sin embargo, señaló que lo más probable es que no suceda rápidamente. “Necesitamos velocidad por razones de seguridad”, advirtió.
Cuando se le pidió que describiera lo que tenía en mente para una nueva orden ejecutiva, dijo: “Vamos a tener una investigación muy minuciosa. Lo llamo una investigación extrema, y vamos a ir muy profundo en materia de seguridad. Vamos a tener gente que venga a nuestro país que quiera estar aquí por una buena razón”. Funcionarios de la Casa Blanca negaron que el presidente no apelaría el caso ante la Corte Suprema. “Todas las opciones permanecen en la mesa”, dijo Sean Spicer, secretario de prensa de la Casa Blanca, por correo electrónico.
Trump aseguró que había aprendido más sobre la amenaza que representa el terrorismo desde que asumió el cargo gracias a los informes de inteligencia. “Aunque he sido presidente, por un período muy corto de tiempo, he aprendido cosas tremendas que sólo se podía aprender, francamente, si se encuentran en una posición determinada, es decir, siendo presidente”, dijo. “Y hay tremendas amenazas para nuestro país. No permitiremos que eso suceda. Se los puedo decir ahora mismo. No permitiremos que eso suceda”, aseveró Trump.
La orden de Trump suspendía durante 120 días el programa de acogida de refugiados de Estados Unidos –o indefinidamente, en el caso de los refugiados sirios– y frenaba durante 90 días la emisión de visados para ciudadanos de siete países de mayoría musulmana: Libia, Sudán, Somalia, Siria, Irak, Irán y Yemen. Dada la suspensión temporal del decreto, los nacionales de los países afectados se han apresurado a viajar a Estados Unidos con los visados que ya habían procesado.
El partido se realizó en el complejo que posee el presidente de Estados Unidos en Florida y al que no tuvo acceso la prensa. Trump publicó una foto en las redes sociales que muestra a ambos en el campo de golf haciendo el gesto de celebración “high five” (chocar los cinco). Un periodista del diario The Washington Post informó que debieron permanecer en una sala con las puertas y las ventanas selladas con un plástico negro que les impedía ver el exterior. Asimismo, los fotógrafos recibieron instrucciones de no sacar fotos dentro de las instalaciones del club privado.
El jefe de gobierno nipón fue el primer líder extranjero en reunirse con Trump días después de las elecciones de noviembre en las que resultó ganador. Ayer se reencontraron para hablar de la posición de Estados Unidos en Asia, una cuestión sobre la que el presidente estadounidense dio un giro radical en las últimas horas. Tras reunirse en la Casa Blanca, ambos viajaron juntos el viernes a bordo del Air Force One de Washington a Florida (sureste) para continuar sus conversaciones y enfrentarse en los greens del Club de Golf Internacional Trump de West Palm Beach. Trump ya había pasado el fin de semana anterior en su complejo Mar-a-Lago, que el presidente y su entorno rebautizaron extraoficialmente como “Casa Blanca de invierno”. Al igual que hace una semana, cerca de las instalaciones se congregaron varias decenas de personas para protestar contra Trump.
Tras el encuentro entre ambos en Washington, Trump llamó a una relación más estrecha con Japón y afirmó gozar de una “gran amistad” con Abe. “Tenemos una muy, muy buena relación, una muy, muy buena química. Les avisaré si eso cambia, pero no creo que suceda. (Japón) es un aliado muy importante y firme”, dijo el mandatario estadounidense durante la conferencia de prensa.
El primer ministro japonés, quien ya reconoció que las destrezas del mandatario estadounidense con los palos son mejores que las suyas, avanzó que la partida le serviría para tener tiempo de hablar con Trump sobre el futuro del mundo y el futuro de la región. Esta cita deportiva tiene un significado particular para Abe, ya que hace más de medio siglo su abuelo Nobusuke Kishi, entonces primer ministro, compartió su afición por el golf con el presidente estadounidense de la época, Dwight Eisenhower. Ningún gobernante pasó tanto tiempo con Trump como Abe desde que el magnate ganó los comicios de noviembre. La primera vez se vieron en la Trump Tower de Nueva York a los pocos días de la victoria presidencial. El viernes compartieron jornada de trabajo en la Casa Blanca, viaje y cena en Florida.
Un día después de que un panel de tres jueces (dos demócratas y uno republicano) del Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito, con sede en San Francisco (California), rechazara por unanimidad que el bloqueo al veto ponga en peligro al país, Trump afirmó que podría firmar una nueva orden para lograr el mismo propósito pero con una base legal más fuerte. Mientras se comprometió a seguir luchando por la orden original en el tribunal, indicó que no esperaría a que termine el proceso judicial para tomar medidas. “Ganaremos esa batalla”, dijo a periodistas en el Air Force One mientras viajaba a Florida. Sin embargo, señaló que lo más probable es que no suceda rápidamente. “Necesitamos velocidad por razones de seguridad”, advirtió.
Cuando se le pidió que describiera lo que tenía en mente para una nueva orden ejecutiva, dijo: “Vamos a tener una investigación muy minuciosa. Lo llamo una investigación extrema, y vamos a ir muy profundo en materia de seguridad. Vamos a tener gente que venga a nuestro país que quiera estar aquí por una buena razón”. Funcionarios de la Casa Blanca negaron que el presidente no apelaría el caso ante la Corte Suprema. “Todas las opciones permanecen en la mesa”, dijo Sean Spicer, secretario de prensa de la Casa Blanca, por correo electrónico.
Trump aseguró que había aprendido más sobre la amenaza que representa el terrorismo desde que asumió el cargo gracias a los informes de inteligencia. “Aunque he sido presidente, por un período muy corto de tiempo, he aprendido cosas tremendas que sólo se podía aprender, francamente, si se encuentran en una posición determinada, es decir, siendo presidente”, dijo. “Y hay tremendas amenazas para nuestro país. No permitiremos que eso suceda. Se los puedo decir ahora mismo. No permitiremos que eso suceda”, aseveró Trump.
La orden de Trump suspendía durante 120 días el programa de acogida de refugiados de Estados Unidos –o indefinidamente, en el caso de los refugiados sirios– y frenaba durante 90 días la emisión de visados para ciudadanos de siete países de mayoría musulmana: Libia, Sudán, Somalia, Siria, Irak, Irán y Yemen. Dada la suspensión temporal del decreto, los nacionales de los países afectados se han apresurado a viajar a Estados Unidos con los visados que ya habían procesado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario