¿HÉROE O VILLANO?

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miércoles, abril 18, 2018

LLEGO LA DEMOCRACIA BLA-BLA-BLA...EL INVENTO DE LOS CHARLETAS ARGENTINOS PSICOANALIZADOS

Hagamos como que debatimos sobre el aborto

Las exposiciones en el Congreso son por turnos, en un solo sentido, y no tienen contrastes en tiempo real.

Sillas vacías, en el debate por la legalizacion del aborto. FOTO LUCÍA MERLE
Sillas vacías, en el debate por la legalizacion del aborto. FOTO LUCÍA MERLE




Un grupo de personas va y habla cuatro horas sobre una cuestión. Todos ellos opinan lo mismo. Dicen que es blanco.
Un par de horas después de que se va el último, aparece otro grupo de personas -generalmente el mismo número, eso sí- para hablar durante otras cuatro horas sobre lo mismo. Todos ellos piensan lo mismo. Dicen que es negro.
Señoras y señores: bienvenidos al debate argentino sobre el aborto.
Como unos y otros no se cruzan, nadie está debatiendo nada. Son monólogos contra la pared. Discursos hechos para "enriquecer", ya que no está la otra parte, a los diputados que luego van a tratar la ley. El problema es que tampoco los diputados son muchos. Ni van mucho.
Así, el debate por la despenalización del aborto no se enriquece ni se empobrece. No está. Sin embargo, como en otros tantos temas que atraviesan a la sociedad -inseguridad, justicia, educación, drogas-, hacemos como que sí. Nos encanta hacer como que discutimos los temas para resolverlos mejor y la pregunta de fondo es si de verdad los discutimos. Y, naturalmente, si los resolvemos.
¿Quién podría debatir algo yendo a escucharse a sí mismo y a quienes piensan lo mismo que uno? Cuando terminan, todos salen disparando porque vienen los otros.
Desde luego que hay testimonios interesantes. Y mucha humanidad en los discursos menos rupturistas: el de quien no está a favor del aborto y jamás abortaría pero entiende que no se debe castigar penalmente a quien lo hace. O el de quien, estando completamente a favor de la despenalización y de la libertad de decisión de la mujer, comprende la situación del profesional que alega objeción de conciencia.
Pero cada uno se entera del otro por los medios.
Es una pena porque, así, cada puente posible para tender sobre la grieta -una grieta profunda y a veces oscura, donde se pulsea en cada discurso por la palabra Vida- sólo se ve desde la propia orilla. El otro está allá enfrente y se oye su voz entre la niebla, pero no hay diálogo. ¿Es porque creemos que el otro no entiende lo que le queremos decir o porque ya sabemos que la razón es nuestra y nada va a convencernos de lo contrario?
Esta es otra oportunidad para superar a la Argentina de la endogamia social.
Las cuatro comisiones de diputados encargadas de la organización del debate que no es -Legislación general, Legislación penal, Salud y Familia, Niñez y Adolescencia- están integradas por un centenar de legisladores, pero ayer presenciaban las exposiciones unos 35. Aún así, fueron cinco veces más que el jueves pasado, cuando Clarín publicó en tapa la foto de una penosa cantidad de sillas vacías: ese día hubo, en promedio, apenas 7. En las dos primeras jornadas hubo más periodistas que diputados.
Los expositores hablan 7 minutos cada uno, entonces, para quienes piensan como ellos. Todos se aplauden entre sí. No es hora, todavía, de aprender a aplaudir al que piensa distinto. El presidente de la comisión de Legislación General, Daniel Lipovetzky (Cambiemos, a favor de la despenalización y quien cada día se ocupó de llevar corbatas con algún detalle verde, el color del sí) dejó trascender ayer que mañana, por primera vez, habrá cruces.
Que está prevista la revolucionaria idea de que alguien hable para propios y ajenos -si los expositores sienten que lo hacen en esos términos-, para escuchar, cuestionar y convivir.
Alguien contó que hasta ahora no lo habían hecho para "no empezar con los intercambios bruscamente". Como un período de adaptación. Como si el país estuviera, en ciertos temas, entrando al Jardín de Infantes
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