Sexo sin límites entre lo real y lo virtual
Para
los expertos, el sexo virtual crece a medida que los gadgets
evolucionan e influyen en el sexo real. Desde filmarse entre las sábanas
hasta bajarse una aplicación para besarse a distancia en tiempo real.
Basta
escribir la palabra sex en el buscador para que Google arroje
18.590.000.000 resultados en sólo 0,44 segundos. Aunque la cifra varía
minuto a minuto, alcanza para sostener las conclusiones de un estudio
realizado en 2015 por Josep María Farré, presidente de la Asociación
Española de Sexualidad y Salud Mental y del Hospital de Clínicas de
Barcelona. Según el especialista, en los últimos diez años aumentó
exponencialmente el comportamiento sexual a través de Internet, y se
estima que hoy el 65 por ciento de los usuarios de todo el mundo utiliza
la red con fines eróticos.
Vamos a los casos. Sofía es contadora. Está separada y es madre de dos hijas. Nunca se imaginó que iba a intimar con el chico que le cambiaba los dólares. “Un día fui a su oficina en el microcentro y entre una cosa y otra, terminamos teniendo sexo. Con el tiempo empezamos a vernos seguido y, cuando no podíamos, nos conectábamos por WhatsApp. Todavía no existían las videollamadas: todo era por chat, fotos y audios. Era un maestro. Bien formado: bueno en lo real y también en lo virtual. Pero me sentía incómoda: sólo me suelto en vivo”, dice.
Ahora el que cuenta su experiencia es Daniel, CEO de una empresa que liquida sueldos. Hace dos años, mientras estaba de vacaciones, conoció a una argentina radicada en Miami. La relación pudo prosperar gracias a Skype, la vía por la que mantenían intimidad a distancia. “Sirvió mucho en un momento y era genial, pero acá tuve relaciones con otras mujeres porque se hacía difícil esperar a que viajáramos. Sirve para masturbarse, pero eso no alcanza. El contacto de la piel es insustituible”, opina.
Para satisfacer la demanda de esos amantes, la tecnología no deja de lanzar gadgets, aplicaciones e inventos a veces desopilantes destinados a refinar la experiencia del goce virtual. De hecho, a lo largo de 2016 la humanidad descubrió que está a un tris de acostarse con robots, de poder besarse en tiempo real a distancia (Kissenger), de acceder a una sofisticada variedad de teledildonics (herramientas para la masturbación mutua remota) y, aun mejor, ya podemos meter en la cama al hombre o la mujer ideal con solo apuntarnos a un videojuego erótico de realidad virtual.
Una mirada optimista sobre ese panorama que no parece tener retorno permitiría aceptar a esta nueva realidad como una forma de recordarnos que las relaciones entre dos personas no se basan exclusivamente por la genitalidad, sino que por el contrario, el sexo siempre empieza en la cabeza, en la imaginación. Es decir, el sexo virtual (y sus múltiples formas de ponerlo en práctica) está influyendo en el sexo real. Se metió entre las sábanas.
Pensamientos y sensaciones. “El sexo virtual es la máxima expresión de los cambios de las costumbres en los últimos años. Como otras formas donde dos o más contactos intercambian mensajes explícitos, en el cibersexo –que puede incluir emails, mensajería instantánea, y/o teleconferencias– la idea es estimular a la otra persona y estimularse uno mismo mediante la simulación de una experiencia sexual”, sostiene el psiquiatra y sexólogo Adrián Sapetti. Y agrega: “Aunque suele darse entre desconocidos o personas que se acaban de conocer por Internet, esta práctica no es exclusiva de extraños. Tampoco es raro que, durante los intercambios, los participantes propongan o acepten cambios de roles que les permiten experimentar pensamientos y sensaciones poco comunes que ni se les ocurriría intentar en la vida real”.
Hoy, que ya es imposible separar virtualidad y realidad, los sexólogos nos recuerdan que una relación sexual no es sólo coito, ni contacto genital. También puede darse en la virtualidad, en la fantasía. “El uso de tablets o smartphones se ha incorporado tanto a lo que llamamos realidad que pasó a ser la realidad misma”, demuestra Sapetti. “Va en detrimento del contacto de los cuerpos, promoviendo el aislamiento y la soledad, pero mientras no conlleve un uso compulsivo o descontrolado, es decir mientras no interfiera con nuestra vida generando dependencia, hasta puede cumplir un rol en la salud, ayudando a las personalidades fóbicas. En muchas ocasiones logramos que pacientes con trastornos de ansiedad social o de timidez extrema hayan podido salir por primera vez con otra persona”, concluye.
Desvergonzados. En ese ámbito de lo intangible, la significación original de las palabras pudor y privacidad ha quedado por lo menos obsoleta. El verdulero de la esquina de casa o nuestra compañera de oficina pueden estar filmándose y compartiendo en las redes sociales imágenes subidas de tono sin que nos espantemos por ello, pues en vivo y en directo siguen siendo el verdulero de la esquina y la compañera de oficina. Pero voyeurismo es parte del juego. En rigor, es lo que le da gracia al juego. Tal vez por eso, fotografiarse y filmarse en situaciones íntimas sea cada vez más frecuente en algunas parejas. “Hay algo paradójico con el tema de la intimidad que choca de frente con el pudor. La intimidad, para poder realizarse y ser, debe ser validada por los demás: sólo gana legitimidad si la observan los demás. Allí empiezan a correrse los límites del pudor. Allí la contradicción, y cada uno la resuelve como puede”, explica Adrián Helien, psiquiatra del Hospital Durand y presidente del Capítulo de Sexología de APSA (Asociación de Psiquiatras Argentinos).
Mientras los ortodoxos del amor rechazan la exposición virtual, la industria de la pornografía online factura cerca de 50.000 millones de dólares anuales, según The Economist. De hecho, en 2015 el sitio Pornhub fue de las más visitados del mundo, con 21.000 millones de entradas. Ese acceso infinito a la sexualidad ajena supondría para el usuario una posibilidad de aumentar el repertorio de formas y practicas eróticas para intentar “en casa”, no en vano el efecto Cincuenta Sombras de Grey impulsó la venta de esposas y libros sobre bondage y sadomaso en el mundo entero.
“Hoy todo está al alcance de nuestras manos y sobre todo de nuestros ojos. Existe una oferta de cuerpos y deseos cada vez más amplia, pero, en el terreno de lo real, las relaciones tienen la complejidad de siempre. Sucede que muchas cosas se facilitan, siempre que los que tecleen se pongan de acuerdo. Cada uno tiene su mapa de excitación y no sabemos si con el crecimiento de las redes podría ampliarse. El encuentro virtual sirve en la medida en que los que se encuentran tengan las cosas claras. Los que quieren sexo sin compromiso, tendrán que aclararlo, los que buscan pareja, otro tanto. Si no, el choque con la realidad será inevitable”, dice Helien.
Regreso al amor cortés. En la ficción, una de las escenas más excitantes del cine no incluye desnudos ni falsas acrobacias en escenarios improbables (playa, ascensor, baño del avión). En HER, la última película del gran Spike Jonze, sin dudas un auténtico Shakespeare contemporáneo, el protagonista mantiene una relación sentimental con Samantha, su sistema operativo, y hasta una noche alcanzan a sincronizar un orgasmo, algo ya bastante difícil de lograr en un encuentro face to face. Entre las múltiples lecturas, el filme ahonda en el significado de conectar con una persona. En ese sentido, las nuevas tecnologías invitan a un juego erótico capaz de enriquecer las relaciones, ya que a veces el chat permite profundizar un vínculo que luego se consolida en la relación sexual real. “Los desarrollos tecnológicos no fueron pensados para facilitar la comunicación sino para procesar datos complejos en tiempos más cortos, pero la necesidad humana de expresarse se abrió paso en un medio impensado para ese fin. Así asistimos a la proliferación de amistades y enamoramientos virtuales, aunque es cierto que mientras algunos intentan cultivar la intimidad, otros quieren transformar el vínculo en un espectáculo para que otros lo miren”, sostiene la psicoanalista Diana Livitnof, autora de El sujeto escondido en la realidad virtual, de la represión del deseo a la pornografía del goce (Paidós). Pero el amor a distancia no es algo nuevo. Ya el Kama Sutra hacía mención a la unión a distancia de amantes, mirándose desde lejos. Explica Livitnof: “Las relaciones cibernéticas no siempre son crudas y directas, sino lo contrario. Una sociedad adherida a ideales de practicidad, superficialidad o violencia, encuentra en Internet la oportunidad de dar vuelo al romanticismo, a la ilusión, al jugarse en una aventura a la manera del amor cortés a través de un epistolario digno de esa época, de sobres y papeles perfumados, y permite a los amantes dar rienda suelta a las fantasías sexuales”.
¿A toda máquina? Una investigación de IBM Security probó que el 60 por ciento de las apps de citas son vulnerables a la ciberpiratería, algo que no parece preocuparle a ninguna de las miles de personas que a diario utilizan distintos soportes para conseguir pareja o un rato de cariño. Para Sebastián Straneri, especialista en ciberseguridad, CEO y fundador de VU Security, antes de exponerse a una pantalla conviene recordar que cada dispositivo y programa tecnológico sigue siendo vulnerable a la sexo venganza, por lo tanto es importante recurrir a un medio que no pueda grabarse, duplicarse o copiarse.
Respecto de cuánto más cerca estamos de compartir la almohada con un robot, bueno…todavía hay tiempo de ahorrar para comprar el amante de hojalata. “Hoy es completamente viable que una máquina pueda entendernos al 100 por ciento. Y no sólo eso: creo que podría generar el mejor orgasmo del mundo, dado que tiene la capacidad infinita de análisis. Mediante inteligencia artificial podríamos identificar a una persona entre toda la población mundial. Por lo tanto, identificar sus preferencias sexuales y su tipo de prácticas, sería algo más que posible”, adelanta Straneri. ¿Y respecto del hardware, por qué aún no están al alcance del público? El experto no es del todo optimista. “Si bien ya existe la tecnología de sensores que pueden identificar la satisfacción, aún no están al alcance de todos –dice–Para que eso suceda faltan al menos 10 años. Y si bien existen pequeños accesorios y juguetes sexuales que se pueden controlar desde un celular, aún no existen dispositivos autónomos. Por fortuna, esto llevará años.
Vamos a los casos. Sofía es contadora. Está separada y es madre de dos hijas. Nunca se imaginó que iba a intimar con el chico que le cambiaba los dólares. “Un día fui a su oficina en el microcentro y entre una cosa y otra, terminamos teniendo sexo. Con el tiempo empezamos a vernos seguido y, cuando no podíamos, nos conectábamos por WhatsApp. Todavía no existían las videollamadas: todo era por chat, fotos y audios. Era un maestro. Bien formado: bueno en lo real y también en lo virtual. Pero me sentía incómoda: sólo me suelto en vivo”, dice.
Ahora el que cuenta su experiencia es Daniel, CEO de una empresa que liquida sueldos. Hace dos años, mientras estaba de vacaciones, conoció a una argentina radicada en Miami. La relación pudo prosperar gracias a Skype, la vía por la que mantenían intimidad a distancia. “Sirvió mucho en un momento y era genial, pero acá tuve relaciones con otras mujeres porque se hacía difícil esperar a que viajáramos. Sirve para masturbarse, pero eso no alcanza. El contacto de la piel es insustituible”, opina.
Para satisfacer la demanda de esos amantes, la tecnología no deja de lanzar gadgets, aplicaciones e inventos a veces desopilantes destinados a refinar la experiencia del goce virtual. De hecho, a lo largo de 2016 la humanidad descubrió que está a un tris de acostarse con robots, de poder besarse en tiempo real a distancia (Kissenger), de acceder a una sofisticada variedad de teledildonics (herramientas para la masturbación mutua remota) y, aun mejor, ya podemos meter en la cama al hombre o la mujer ideal con solo apuntarnos a un videojuego erótico de realidad virtual.
Una mirada optimista sobre ese panorama que no parece tener retorno permitiría aceptar a esta nueva realidad como una forma de recordarnos que las relaciones entre dos personas no se basan exclusivamente por la genitalidad, sino que por el contrario, el sexo siempre empieza en la cabeza, en la imaginación. Es decir, el sexo virtual (y sus múltiples formas de ponerlo en práctica) está influyendo en el sexo real. Se metió entre las sábanas.
Pensamientos y sensaciones. “El sexo virtual es la máxima expresión de los cambios de las costumbres en los últimos años. Como otras formas donde dos o más contactos intercambian mensajes explícitos, en el cibersexo –que puede incluir emails, mensajería instantánea, y/o teleconferencias– la idea es estimular a la otra persona y estimularse uno mismo mediante la simulación de una experiencia sexual”, sostiene el psiquiatra y sexólogo Adrián Sapetti. Y agrega: “Aunque suele darse entre desconocidos o personas que se acaban de conocer por Internet, esta práctica no es exclusiva de extraños. Tampoco es raro que, durante los intercambios, los participantes propongan o acepten cambios de roles que les permiten experimentar pensamientos y sensaciones poco comunes que ni se les ocurriría intentar en la vida real”.
Hoy, que ya es imposible separar virtualidad y realidad, los sexólogos nos recuerdan que una relación sexual no es sólo coito, ni contacto genital. También puede darse en la virtualidad, en la fantasía. “El uso de tablets o smartphones se ha incorporado tanto a lo que llamamos realidad que pasó a ser la realidad misma”, demuestra Sapetti. “Va en detrimento del contacto de los cuerpos, promoviendo el aislamiento y la soledad, pero mientras no conlleve un uso compulsivo o descontrolado, es decir mientras no interfiera con nuestra vida generando dependencia, hasta puede cumplir un rol en la salud, ayudando a las personalidades fóbicas. En muchas ocasiones logramos que pacientes con trastornos de ansiedad social o de timidez extrema hayan podido salir por primera vez con otra persona”, concluye.
Desvergonzados. En ese ámbito de lo intangible, la significación original de las palabras pudor y privacidad ha quedado por lo menos obsoleta. El verdulero de la esquina de casa o nuestra compañera de oficina pueden estar filmándose y compartiendo en las redes sociales imágenes subidas de tono sin que nos espantemos por ello, pues en vivo y en directo siguen siendo el verdulero de la esquina y la compañera de oficina. Pero voyeurismo es parte del juego. En rigor, es lo que le da gracia al juego. Tal vez por eso, fotografiarse y filmarse en situaciones íntimas sea cada vez más frecuente en algunas parejas. “Hay algo paradójico con el tema de la intimidad que choca de frente con el pudor. La intimidad, para poder realizarse y ser, debe ser validada por los demás: sólo gana legitimidad si la observan los demás. Allí empiezan a correrse los límites del pudor. Allí la contradicción, y cada uno la resuelve como puede”, explica Adrián Helien, psiquiatra del Hospital Durand y presidente del Capítulo de Sexología de APSA (Asociación de Psiquiatras Argentinos).
Mientras los ortodoxos del amor rechazan la exposición virtual, la industria de la pornografía online factura cerca de 50.000 millones de dólares anuales, según The Economist. De hecho, en 2015 el sitio Pornhub fue de las más visitados del mundo, con 21.000 millones de entradas. Ese acceso infinito a la sexualidad ajena supondría para el usuario una posibilidad de aumentar el repertorio de formas y practicas eróticas para intentar “en casa”, no en vano el efecto Cincuenta Sombras de Grey impulsó la venta de esposas y libros sobre bondage y sadomaso en el mundo entero.
“Hoy todo está al alcance de nuestras manos y sobre todo de nuestros ojos. Existe una oferta de cuerpos y deseos cada vez más amplia, pero, en el terreno de lo real, las relaciones tienen la complejidad de siempre. Sucede que muchas cosas se facilitan, siempre que los que tecleen se pongan de acuerdo. Cada uno tiene su mapa de excitación y no sabemos si con el crecimiento de las redes podría ampliarse. El encuentro virtual sirve en la medida en que los que se encuentran tengan las cosas claras. Los que quieren sexo sin compromiso, tendrán que aclararlo, los que buscan pareja, otro tanto. Si no, el choque con la realidad será inevitable”, dice Helien.
Regreso al amor cortés. En la ficción, una de las escenas más excitantes del cine no incluye desnudos ni falsas acrobacias en escenarios improbables (playa, ascensor, baño del avión). En HER, la última película del gran Spike Jonze, sin dudas un auténtico Shakespeare contemporáneo, el protagonista mantiene una relación sentimental con Samantha, su sistema operativo, y hasta una noche alcanzan a sincronizar un orgasmo, algo ya bastante difícil de lograr en un encuentro face to face. Entre las múltiples lecturas, el filme ahonda en el significado de conectar con una persona. En ese sentido, las nuevas tecnologías invitan a un juego erótico capaz de enriquecer las relaciones, ya que a veces el chat permite profundizar un vínculo que luego se consolida en la relación sexual real. “Los desarrollos tecnológicos no fueron pensados para facilitar la comunicación sino para procesar datos complejos en tiempos más cortos, pero la necesidad humana de expresarse se abrió paso en un medio impensado para ese fin. Así asistimos a la proliferación de amistades y enamoramientos virtuales, aunque es cierto que mientras algunos intentan cultivar la intimidad, otros quieren transformar el vínculo en un espectáculo para que otros lo miren”, sostiene la psicoanalista Diana Livitnof, autora de El sujeto escondido en la realidad virtual, de la represión del deseo a la pornografía del goce (Paidós). Pero el amor a distancia no es algo nuevo. Ya el Kama Sutra hacía mención a la unión a distancia de amantes, mirándose desde lejos. Explica Livitnof: “Las relaciones cibernéticas no siempre son crudas y directas, sino lo contrario. Una sociedad adherida a ideales de practicidad, superficialidad o violencia, encuentra en Internet la oportunidad de dar vuelo al romanticismo, a la ilusión, al jugarse en una aventura a la manera del amor cortés a través de un epistolario digno de esa época, de sobres y papeles perfumados, y permite a los amantes dar rienda suelta a las fantasías sexuales”.
¿A toda máquina? Una investigación de IBM Security probó que el 60 por ciento de las apps de citas son vulnerables a la ciberpiratería, algo que no parece preocuparle a ninguna de las miles de personas que a diario utilizan distintos soportes para conseguir pareja o un rato de cariño. Para Sebastián Straneri, especialista en ciberseguridad, CEO y fundador de VU Security, antes de exponerse a una pantalla conviene recordar que cada dispositivo y programa tecnológico sigue siendo vulnerable a la sexo venganza, por lo tanto es importante recurrir a un medio que no pueda grabarse, duplicarse o copiarse.
Respecto de cuánto más cerca estamos de compartir la almohada con un robot, bueno…todavía hay tiempo de ahorrar para comprar el amante de hojalata. “Hoy es completamente viable que una máquina pueda entendernos al 100 por ciento. Y no sólo eso: creo que podría generar el mejor orgasmo del mundo, dado que tiene la capacidad infinita de análisis. Mediante inteligencia artificial podríamos identificar a una persona entre toda la población mundial. Por lo tanto, identificar sus preferencias sexuales y su tipo de prácticas, sería algo más que posible”, adelanta Straneri. ¿Y respecto del hardware, por qué aún no están al alcance del público? El experto no es del todo optimista. “Si bien ya existe la tecnología de sensores que pueden identificar la satisfacción, aún no están al alcance de todos –dice–Para que eso suceda faltan al menos 10 años. Y si bien existen pequeños accesorios y juguetes sexuales que se pueden controlar desde un celular, aún no existen dispositivos autónomos. Por fortuna, esto llevará años.
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