Venga, seamos honestos sobre el periodismo
Denunciar a Podemos suma puntos ante los jefes. Pero criticar las
presiones de grandes empresas o del bipartidismo acarrea más problemas
Por eso buena parte del sector sigue callando las dinámicas de represión estructural, construidas a lo largo de décadas
Por eso buena parte del sector sigue callando las dinámicas de represión estructural, construidas a lo largo de décadas
Desde que empecé en este oficio en los años 90 he
visto cómo se aparta de su puesto a periodistas a petición de un
político, cómo se castiga a reporteros por haber denunciado el asesinato
de compañeros de profesión (como José Couso), cómo se condena a "hacer
pasillos" a los periodistas que no demuestran fidelidad inquebrantable
hacia ministros o presidentes.
He recibido órdenes
para dejar de cubrir asuntos que repentinamente resultaban "molestos".
Me ha quedado claro que ciertas empresas –anunciantes– son intocables.
He recibido amenazas de jefes de prensa. He visto cómo integrantes de
diversos gobiernos telefonean diariamente a los directivos de los medios
para influir, dictar, regañar, amedrentar o manipular. Y cómo muchos de
estos ceden, aceptan, asienten.
¿Quién no ha visto a algún jefe acordar estrategias comunicativas con políticos?
¿Quién no conoce despachos de los que salen textos para que sean leídos
en antena sin modificar ni una coma, con contenidos que nadie sabe de
dónde proceden, cómo han sido contrastados ni qué fuentes los han
suministrado?
¿Quién no lo ha visto? Venga, seamos sinceros.
Denunciar a Podemos suma puntos ante los jefes. Pero criticar las
presiones de grandes empresas o del bipartidismo acarrea más problemas.
Por eso buena parte del sector sigue callando las dinámicas de represión
estructural, construidas a lo largo de décadas.
Llevamos años soportando ruedas de prensa en las que se nos prohíbe
preguntar o en las que se permite como máximo dos preguntas. El plasma
de Rajoy tampoco fue motivo suficiente para que los periodistas se
plantaran o la Asociación de la Prensa de Madrid emitiera un comunicado.
Algunos han sido recriminados no solo por jefes de prensa, sino por
otros compañeros de profesión, por el simple hecho de repreguntar a un
presidente de Gobierno.
Es el día a día del oficio, y
lo sabemos. Lo que es insostenible es que desde ciertos sectores de la
profesión se acepte. La credibilidad de la Asociación de la Prensa de
Madrid es endeble, porque calla presiones que vienen de arriba, porque
no insiste en denunciar las dinámicas estructurales que coartan la
libertad informativa en la televisión pública o en los medios privados.
No ha emitido quejas contra el sesgo favorable al PP en Telemadrid pero
sí ha arremetido contra periodistas despedidos de esa plantilla, instándoles a "respetar el trabajo de los que conservan su puesto".
El poder financiero forma parte del accionariado de diversos medios y,
al igual que el poder político, controla un importante sector
periodístico a través de la publicidad. Quizá por todo esto y por muchas
otras razones el periodismo español goza de tan poca credibilidad.
Quizá por eso casi el 70% de los jóvenes no confían en los medios
españoles, según el último informe de Reuters y de la Universidad de Oxford.
En nuestras manos está cambiarlo. Y para eso es precisa la unión de los
periodistas, sentido de cooperación y solidaridad. Tenemos que
construir alianzas capaces de impulsar el aggiornamento que tanta falta hace en este oficio.
Mientras los egos y las competencias sigan por encima de la defensa de
una información de calidad entendida como un derecho y no como mera
mercancía, el periodismo será presa de los grandes poderes y su
credibilidad continuará cayendo en picado.
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