El escáner cerebral es el mejor detector de mentiras
El análisis de la actividad neuronal supera al polígrafo y también indica por qué los mentirosos mienten cada vez más.
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MALEN RUIZ DE ELVIRA
Aunque tampoco es infalible, el análisis de la actividad cerebral indica mucho mejor que el polígrafo cuando una persona miente, según el primer estudio comparativo de los dos métodos. Los expertos en resonancia magnética funcional (fMRI), la técnica utilizada para “ver” la actividad de las neuronas en las distintas zonas cerebrales, fueron un 24% más eficaces en la detección de mentiras que los profesionales del polígrafo, sobre datos recogidos de los mismos sujetos sometidos a la misma prueba. El estudio ha sido financiado en parte por el Ejército de Estados Unidos.
Por otra parte, las personas que mienten frecuentemente parecen acostumbrarse a ello, según otro estudio que refleja que su actividad cerebral indica que las emociones se implican cada vez menos en la decisión de seguir mintiendo.
“Las medidas que hace el polígrafo reducen la compleja actividad del sistema nervioso periférico a unos pocos parámetros, mientras que el escáner ve miles de conjuntos neuronales con mayor resolución tanto en el espacio como en el tiempo”, explica Daniel D. Langleben, director del estudio comparativo. “Aunque ninguna de estas actividades se deba solo las mentiras, hemos encontrado, como pensábamos, que la actividad cerebral es un marcador más específico de las mentiras”. Se ha demostrado que cuando alguien miente se “encienden” en el escáner áreas del cerebro relacionadas con la toma de decisiones, lo que permite una eficacia del 90% en la detección de mentiras, mientras que el índice de eficacia del polígrafo no se ha conseguido establecer con seguridad, lo que hace que no se acepte habitualmente a efectos legales, indican los investigadores, de la Universidad de Pensilvania.
Por otra parte, las personas que mienten frecuentemente parecen acostumbrarse a ello, según otro estudio que refleja que su actividad cerebral indica que las emociones se implican cada vez menos en la decisión de seguir mintiendo.
“Las medidas que hace el polígrafo reducen la compleja actividad del sistema nervioso periférico a unos pocos parámetros, mientras que el escáner ve miles de conjuntos neuronales con mayor resolución tanto en el espacio como en el tiempo”, explica Daniel D. Langleben, director del estudio comparativo. “Aunque ninguna de estas actividades se deba solo las mentiras, hemos encontrado, como pensábamos, que la actividad cerebral es un marcador más específico de las mentiras”. Se ha demostrado que cuando alguien miente se “encienden” en el escáner áreas del cerebro relacionadas con la toma de decisiones, lo que permite una eficacia del 90% en la detección de mentiras, mientras que el índice de eficacia del polígrafo no se ha conseguido establecer con seguridad, lo que hace que no se acepte habitualmente a efectos legales, indican los investigadores, de la Universidad de Pensilvania.
“Puede haber muchas razones, incluyendo las sociales, pero sospechábamos que podría existir un principio biológico básico del funcionamiento de nuestro cerebro que contribuye a este fenómeno”
Son frecuentes los casos en los que una persona o varias mienten sucesivamente, que incluyen ejemplos de corrupción política y económica en los que el público llega a preguntarse la causa por la que los protagonistas han seguido mintiendo aún a riesgo de perjudicarse. “Puede haber muchas razones, incluyendo las sociales, pero sospechábamos que podría existir un principio biológico básico del funcionamiento de nuestro cerebro que contribuye a este fenómeno”, explica Tali Sharot, del University College de Londres, investigadora en el segundo experimento.
El factor clave de ambos estudios es el diseño de los experimentos. En el primero han participado 28 personas, que han realizado una prueba que es estándar en el polígrafo, pero esta vez han sido sometidos a ambos métodos de análisis. Las dos herramientas han fallado en algunos casos, pero el escáner ha resultado ser en conjunto un 24% más eficaz en la detección de mentiras. Además, en los 17 casos en los que el polígrafo y el escáner coincidieron en el diagnóstico, este resultó ser correcto. Como el experimento no estaba diseñado para evaluar el uso combinado de escáner y polígrafo, no se pueden sacar conclusiones prácticas sobre este aspecto. “No sabemos todavía si la resonancia se convertirá en una herramienta forense, pero estos datos justifican seguir investigando sus posibilidades”, concluye Langleben.
Lo que pasa en el cerebro de los mentirosos frecuentes se ha detectado en un experimento con 80 personas que actuaban como asesores financieros de clientes desconocidos y que tenían razones para mentir, como llevarse un mayor porcentaje del dinero, pero que debían ser honrados con sus clientes. Se vio, mediante un escáner, que la actividad en ciertas áreas del cerebro -especialmente en la amígdala, muy ligada a las emociones- disminuyó en 25 de los participantes que mentían incluso si perjudicaban al cliente, algo comprensible porque no se enfrentaban a ninguna consecuencia negativa. Esta disminución llegó a ser, a medida que se repetían las pruebas, incluso predictiva de la próxima mentira.
El factor clave de ambos estudios es el diseño de los experimentos. En el primero han participado 28 personas, que han realizado una prueba que es estándar en el polígrafo, pero esta vez han sido sometidos a ambos métodos de análisis. Las dos herramientas han fallado en algunos casos, pero el escáner ha resultado ser en conjunto un 24% más eficaz en la detección de mentiras. Además, en los 17 casos en los que el polígrafo y el escáner coincidieron en el diagnóstico, este resultó ser correcto. Como el experimento no estaba diseñado para evaluar el uso combinado de escáner y polígrafo, no se pueden sacar conclusiones prácticas sobre este aspecto. “No sabemos todavía si la resonancia se convertirá en una herramienta forense, pero estos datos justifican seguir investigando sus posibilidades”, concluye Langleben.
Lo que pasa en el cerebro de los mentirosos frecuentes se ha detectado en un experimento con 80 personas que actuaban como asesores financieros de clientes desconocidos y que tenían razones para mentir, como llevarse un mayor porcentaje del dinero, pero que debían ser honrados con sus clientes. Se vio, mediante un escáner, que la actividad en ciertas áreas del cerebro -especialmente en la amígdala, muy ligada a las emociones- disminuyó en 25 de los participantes que mentían incluso si perjudicaban al cliente, algo comprensible porque no se enfrentaban a ninguna consecuencia negativa. Esta disminución llegó a ser, a medida que se repetían las pruebas, incluso predictiva de la próxima mentira.
Las personas a las que la música no produce emoción alguna, pero que sí responden a otros estímulos placenteros, les funciona el cerebro de manera distinta a aquellos sensibles a la música, cuando al escuchan
La impunidad puede afectar a la actividad cerebral, señalan los investigadores. Su disminución, en este caso concreto, parece que influye en la decisión de mentir de nuevo, como si la persona se distanciara emocionalmente cada vez más de los efectos de sus actos.
Los avances en las técnicas de imagen cerebral en vivo han producido en las últimas décadas una inundación de análisis y conclusiones sobre cómo funciona el cerebro, muchos de ellos parciales, meramente aproximados o directamente inútiles, hasta el punto de que algunos especialistas hablan ya de pornografía cerebral. Sin embargo, este campo sigue dando frutos no despreciables, como por ejemplo el estudio del cerebro anestesiado en comparación con el consciente, que se acerca al misterio de la consciencia, aunque por ahora se ha hecho solo en ratones.
También estos avances permiten entrar en temas como la sensibilidad a la música y otros placeres. Científicos españoles han encontrado, mediante el escáner, que a las personas a las que la música no produce emoción alguna, pero que sí responden a otros estímulos placenteros, les funciona el cerebro de manera distinta a aquellos sensibles a la música, cuando al escuchan. Esta diferencia se plasma en una menor conexión entre las regiones cerebrales que procesan el sonido y las relacionadas con el sistema de recompensa cerebral y es más acusada cuando se compara con los melómanos. Dirige el estudio Josep Marco Pallarés, de la Universidad de Barcelona.
La comparación del polígrafo y el escáner se ha publicado en Journal of Clinical Psychiatry, mientras que el estudio de la actividad cerebral en los mentirosos recurrentes ve la luz en Nature Neuroscience y el de la música en Proceedings de la Academia de Ciencias de EE UU (PNAS).
Los avances en las técnicas de imagen cerebral en vivo han producido en las últimas décadas una inundación de análisis y conclusiones sobre cómo funciona el cerebro, muchos de ellos parciales, meramente aproximados o directamente inútiles, hasta el punto de que algunos especialistas hablan ya de pornografía cerebral. Sin embargo, este campo sigue dando frutos no despreciables, como por ejemplo el estudio del cerebro anestesiado en comparación con el consciente, que se acerca al misterio de la consciencia, aunque por ahora se ha hecho solo en ratones.
También estos avances permiten entrar en temas como la sensibilidad a la música y otros placeres. Científicos españoles han encontrado, mediante el escáner, que a las personas a las que la música no produce emoción alguna, pero que sí responden a otros estímulos placenteros, les funciona el cerebro de manera distinta a aquellos sensibles a la música, cuando al escuchan. Esta diferencia se plasma en una menor conexión entre las regiones cerebrales que procesan el sonido y las relacionadas con el sistema de recompensa cerebral y es más acusada cuando se compara con los melómanos. Dirige el estudio Josep Marco Pallarés, de la Universidad de Barcelona.
La comparación del polígrafo y el escáner se ha publicado en Journal of Clinical Psychiatry, mientras que el estudio de la actividad cerebral en los mentirosos recurrentes ve la luz en Nature Neuroscience y el de la música en Proceedings de la Academia de Ciencias de EE UU (PNAS).
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