Las crónicas de la reciente dimisión de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE, forzada por su Comité Federal, cuentan que, una vez consumada, y con el susodicho en tránsito hacia el limbo de la política (del que quizás pueda regresar en unas futuras primarias socialistas), Susana Díaz rompió a llorar como una magdalena.
Dado el horror de lo acontecido en Ferraz, y las terribles consecuencias derivadas para el partido (una aceleración de su desangramiento electoral), no creemos que el gimoteo de la ‘felipona’ fuera de alegría por el éxito de su maniobra, sino más bien de remordimientos por sus malas formas y por el exceso de su provocación. Aunque también pudieron deberse a la sensación de vértigo irresponsable en el que ha caído, viéndose obligada a dar la cara en una futura competición interna para asumir el liderazgo socialista, sin más premio a la vista que el de acompañar al PSOE en su ruina definitiva, desplazado por Podemos.
Así pasaría a la historia como una perfecta ‘mantis religiosa’ de la política, capaz de devorar a sus compañeros del alma casi en pleno apareamiento, o acto seguido.
Ahí es nada el premio que se ha llevado la presidenta andaluza en el pim, pam, pum de cargarse a Pedro Sánchez: cambiar su baronía territorial, en la que ya tiene superado su nivel personal de incompetencia (pero con buen acomodo), por un frente de batalla nacional que la sobrepasa por los cuatro costados. Con su pan se lo coma; aunque, astuta como es, medirá cuándo dejar de moverse entre bambalinas para pasar al escenario principal.
De entrada, tras el desaguisado provocado, Díaz no tendría más remedio, por poca dignidad política que le quede, que presentarse a las primarias correspondientes para hacerse cargo del muerto (no de Pedro Sánchez sino del PSOE). Y lo más chusco del caso es que quizás tenga que competir entonces con su propia víctima, el Sánchez regresado de la otra vida a la que ella misma le empujó. Claro está que queda por ver cuándo y de qué forma se convocan esas primarias (que pueden no convocarse).
En cualquier caso, creemos que ninguno de esos dos personajes está en condiciones, hoy por hoy, de frenar la caída electoral del PSOE ni de resolver su crisis interna; entre otras cosas porque fuera y dentro del partido ya son la imagen icónica de su ruptura. Lo tremendo es que Díaz y Sánchez fueran los únicos dispuestos a la tarea.
Así, hay que ver qué otros candidatos pueden surgir dentro del PSOE para encabezar unas nuevas elecciones que le son ciertamente inconvenientes. Uno de ellos podría ser Eduardo Madina, diputado por Vizcaya desde 2004 y lanzado a la política nacional tras haber sido víctima de un grave atentado de ETA en 2002 en el que perdió una pierna, cuando era secretario de Política Institucional de las Juventudes Socialistas de Euskadi (acto seguido ocupó la secretaría general de la organización). Pero es que en el Congreso Extraordinario de julio de 2014, Madina ya fue derrotado por Sánchez como sustituto de Rubalcaba para liderar el partido con una diferencia en votos del 12% (curiosamente gracias al apoyo que entonces le prestaron los delegados andaluces controlados por Susana Díaz).
Por tanto, mal se encararía también una posible competición entre esos tres previsibles candidatos para recoser las tremendas heridas del agónico PSOE (Díaz, Sánchez y Madina). Sin querer hacerle de menos, no parece que, por la dimensión y dificultad de la tarea pendiente, el político bilbaíno ofrezca una mínima posibilidad de alcanzar el objetivo pendiente.
Claro está que dentro del partido hay personajes con más peso específico personal y político para intentar conseguirlo (tampoco sobran); el problema es ver quién acepta ese reto, convertido de forma lamentable en una misión imposible. Entre ellos destaca el presidente del Principado de Asturias, Javier Fernández, ingeniero de minas y hombre tenido por serio, inteligente y trabajador, siempre comedido en las formas y acertado en los criterios.
Su impecable andadura política (con 25 años en cargos de gobierno o de representación política) y su talante personal, le señalaron como presidente obligado de la Comisión Gestora del PSOE nacida el 1 de octubre en la desgraciada sesión de autos del Comité Federal (el mismo en el que en 1823 Fernando VII restableció la Inquisición española). Lo curioso es que, antes de ese lamentable episodio, el prudente político asturiano ya había sido señalado por el círculo ‘felipista’ y su entorno mediático, con El País a la cabeza (ojo al dato), como la esperanza socialista del momento.
En caso de que Javier Fernández quisiera asumir ese ingrato papel, más de ‘mártir’ que de ‘salvador’, cosa que está por verse, los ‘felipistas’ intentarían que su nombramiento fuese por aclamación, aunque no parece que esas primarias ya se puedan manipular al viejo estilo. Además, entonces se daría verisimilitud al hecho de que la ‘felipona’ haya sido sólo eso: una fuerza de choque utilizada por la vieja guardia socialista en funciones efectivas de ‘mantis religiosa’. Feo, feo, feo.
También queda la posibilidad de que el PSOE decida separar el cargo de secretario general -para centrarlo en la rehabilitación del partido- de quien ahora se preste a ser el candidato a la presidencia del Gobierno, sabiendo que no sólo va a perder las elecciones, sino a encajar también con toda probabilidad el sorpasso definitivo de Podemos (por eso el PSOE huye de las elecciones como de la peste). Algo difícil de tragar por cualquier candidato con cuajo político y tirón personal (los oportunistas son otra cosa). Quizás ahí pueda estar el incansable posibilista, y gran persona, Ángel Gabilondo.
Las quinielas están en marcha (o más bien la ruleta rusa). Pero, de entrada, para lanzarse a ese juego político sólo cabe pensar en voluntarios con poco que perder, y esos no suelen ser los que más entusiasman a los votantes. El contubernio del Comité Federal contra Sánchez tiene, pues, consecuencias complicadas y, en el colmo de los colmos, puede que se termine por poner al frente de la candidatura socialista a alguien peor que el defenestrado…
Quizás, al desaparecido Vázquez Montalbán el caso le habría inspirado otra de sus novelas negras protagonizada por el detective Pepe Carvalho (al corte de su celebrado ‘Asesinato en el Comité Central’). Y a Jorge Semprún otro de sus impecables guiones de denuncia política, como los que llevaron a la gran pantalla realizadores como Costa-Gavras, Alain Resnais o Yves Boisset.
El baño de sangre del Comité Federal con el que se inició el mes de octubre, nuestro particular ‘mes de los cuchillos largos’ (perdón por la cita propia pero así lo previmos en su momento), va a tener derivas de auténtico thriller. Quedemos atentos al suspense del caso.
Fernando J. Muniesa
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