Aquellos cuerpos arrojados al mar.
Mirando el cuadro “Vivos para siempre”, de Luis Felipe Noe
Siento venir a mí la precariedad del dolor que conocí. / Es apenas un instante, el gesto, esa fragancia de luz que/ se eterniza en el pasado. / Ya no duermo. La noche huye y en puntillas/ llega la estrella matutina. El alba / siempre es triste y roja. / El cielo se deja ver. Es una garganta abierta. / Las nubes desnudan al galope los horrores del ayer. Las almas de los niños más pobres han perdido / a su Ángel de la Guarda. Ya está / instalada la tragedia. Los viejos dioses / mojan sus labios. No esperen piedad, / anuncian. El aire es ahora fuego / y la tierra se entierra en el mar. / Llegó la hora de rendir cuentas. Que nadie / llore, es tarde, está seca la raíz del limonero. Que nadie / olvide, la memoria es apenas un sueño / para crear la historia del mañana. / Todo es leve. Huelan las flores… / Ya está escrito hacia donde miraste / cuando arrojaron los cuerpos del secuestro / al mar sin orillas. / La pregunta del presente es: ¿dejarás / que entierren el sueño que movió sus días / en la perfecta fosa del olvido más noche? / ¿Qué mira tu conciencia abierta? / ¿Has hecho de tus ojos un cuchillo que vigila? / Cerrar los ojos anticipa la muerte mientras el vacío todavía recibe / a ese hombre vendado. / La belleza también relampaguea y grita…
* Poema escrito para la muestra Memo
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